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viernes, marzo 29, 2024

«Las mujeres del rural tenemos que seguir luchando»
Mª Rosa Fernández | Ganadería Casa Pérez, Pontevedra

Rosa ha vivido siempre en el campo. Orgullosa de ello, siente por él un profundo respeto. Defiende a ultranza la importancia de su conservación y lamenta la falta de apoyo al mundo rural, tanto institucional como social, haciendo un llamamiento al acercamiento desde la infancia. Tranquila y segura de sí misma, se define como una persona optimista, cualidad que se refleja en su imborrable sonrisa. Esta mujer, casada y con dos hijos, nos mira a los ojos y nos habla, con sinceridad y decisión, de su vida en la granja familiar de Chares-Cercio, de la que es titular desde hace veintitrés años, contagiándonos de su vitalismo y pasión por lo que hace.

Texto: Isa Junquera
Fotos: Jose Santiso


He trabajado con vacas toda mi vida. Aunque durante años me dediqué a la costura, actividad que combinaba con el restaurante de mis padres, con lo que más he disfrutado siempre ha sido con la ganadería. En mi casa ya teníamos vacas y, cuando nos casamos, mi marido y yo decidimos seguir trabajando en la explotación de su familia. A los dos nos encanta este trabajo, pero el riesgo de dedicarnos por entero a la granja era inasumible, así que él, además, continuó trabajando fuera de casa, lo que nos permite contar con un apoyo económico estable. Cinco años más tarde, con consenso familiar, decidí ponerme al frente de la granja y me incorporé como titular. No me arrepiento de esa decisión. Estoy contenta con lo que hago.

Mª Rosa Fernández: Ganadería Casa Pérez, Lalín (Pontevedra)

Diariamente, Rosa inicia su jornada laboral en el establo, con el primer ordeño del día. Son las 7:00 horas. Limpia y prepara las camas y completa la limpieza de las instalaciones con la arrobadera. Una vez finalizado el ordeño, supervisa la alimentación de las vacas en lactación realizada por el carro mezclador de la cooperativa de la que es socia. Completa su tarea matutina encargándose personalmente de alimentar a las novillas, vacas secas y crías de corta edad. Es el momento de realizar las tareas de la casa. A mediodía revisa el estado de los animales y, tras el almuerzo, descansa hasta el segundo turno de ordeño, que comienza a las 17:30 horas y no finaliza antes de las 21:00 horas.

Hace ocho años, tras muchas deliberaciones, optamos por instalar una sala de ordeño trasero de doce puntos —ampliable a dieciséis, en previsión de futuro—. A día de hoy, que tenemos cincuenta y cinco vacas en ordeño de un total de ciento diez en la explotación, este sistema me resulta realmente cómodo. Apenas tengo que enfrentarme a trabajos pesados o manejar maquinaria, ya que la mayor parte de los servicios que la requieren los realizamos por medio de nuestra cooperativa. Salvo la reproducción y la genética, que son responsabilidad de mi marido, me encargo de todo lo relativo a la granja, desde el papeleo hasta la limpieza, el ordeño y la alimentación. Él me ayuda en sus horas libres, al igual que mis hijos cuando están en casa, porque los dos tienen otra profesión. Toda colaboración es bien recibida y, aunque soy yo quien toma las decisiones importantes, siempre consulto con mi familia.

Para mi las vacas no son un mero medio de producción, no son máquinas. Son seres vivos. Las aprecio y sufro por ellas. Si están bien, yo tengo salud, sonrío y estoy alegre.

A pesar de las largas jornadas, a Rosa le apasiona su trabajo y considera que las claves del éxito son la organización y el bienestar animal. Estos principios facilitan su día a día y, afirma, le permiten compaginar su trabajo en la ganadería con la familia y las labores del hogar, sin que esto le suponga ninguna carga física o emocional añadida.

Una buena organización es clave para el éxito de una granja, y también es lo que permite que se pueda compaginar el trabajo con la casa y la familia. Se debe intentar reducir al máximo los factores de riesgo, con un buen manejo, una correcta limpieza y el adecuado mantenimiento de las instalaciones. Igual de importante resulta el bienestar animal, que se traduce en una buena producción. Las vacas no hablan, ni hace falta que lo hagan: son animales de rutina y hay que prestarles atención. Si las observas, las conoces. Yo noto cuando están cabizbajas, tienen fiebre o les duele una pata. Detectar a tiempo esos detalles es imprescindible a la hora de tratarlas porque, en algunos casos, puede ser cuestión de horas. Procuro cuidarlas lo mejor posible, que estén cómodas, secas, limpias y tranquilas. Me ocupo personalmente de los tratamientos. El hecho de fijarme en mis animales hace que apenas necesiten asistencia veterinaria —salvo en un parto difícil o una cirugía de cuajar—. Para mi las vacas no son un mero medio de producción, no son máquinas. Cuando muere una vaca pierdes dinero, pero también un animal. Son seres vivos. Las aprecio y sufro por ellas. Me involucro mucho: si están bien, yo tengo salud, sonrío y estoy alegre.

Mª Rosa Fernández: Ganadería Casa Pérez, Lalín (Pontevedra)

Cuenta con la ayuda de su familia siempre que lo necesita. Le encanta cocinar, y su suegra colabora con ella en esta tarea. Está satisfecha con su vida, no cambiaría nada de lo que le ha pasado. Lo único que echa de menos es disponer de algún tiempo libre para ella y los suyos, por lo que se plantea contratar a un trabajador.

La ganadería no me ha impedido disfrutar de mis dos hijos. He podido asistir a todas sus obras de teatro y partidos de fútbol. Por supuesto, también he tenido que correr, pero siempre he tenido una buena organización. Es necesario establecer unos horarios y cierto margen de disciplina. Aunque mi marido trabaja fuera de casa, cuando llega me ayuda en las tareas del último turno de ordeño, igual que los fines de semana en otras labores de la granja. El hecho de trabajar los dos en la explotación no ha afectado a nuestra relación y nos gustaría poder viajar juntos, también con nuestros hijos, conocer otros países, culturas, gastronomías. Disfruto con mi trabajo, pero hay más cosas importantes en la vida. Me encanta leer, coser o hacer ejercicio y, ahora mismo, estoy atada aquí veinticuatro horas todos los días, por lo que me resulta muy difícil encontrar tiempo para mí, sin restárselo a otras responsabilidades. Todos necesitamos desconectar en un momento dado, algo tan sencillo como arreglarse un poco, por ejemplo. Al poner en marcha esta granja no podíamos permitirnos contratar a otra persona, pero creo que ha llegado el momento de invertir en calidad de vida y mantener la ilusión. El tiempo que no has pasado con tu pareja o con tus hijos, o el que no has dedicado a cuidar de ti misma, no se recupera.


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