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sábado, abril 20, 2024

«Creo modestamente que abrimos el camino del pastoreo en Galicia»
Óscar Morado Corral | SAT Margá, Lugo

Los hermanos Morado no fueron víctimas directas de la crisis, al menos no de sus efectos inmediatos. Se formaron como electricistas y mecánicos y, aunque tuvieron opciones laborales para no quedarse en la ganadería, se quedaron para defender lo que sus padres habían levantado con tanto esfuerzo. Nada nuevo hasta que, en el año 2004, abandonaron un sistema productivo que era rentable pero que podía serlo más desde otros punto de vista. Hablamos de ello con Óscar, que es quien atiende a la prensa, a los ganaderos y a todos los que se acercan a SAT Margá movidos por la curiosidad que despierta su modelo basado en el pastoreo.

Fotos: Jose Santiso


Fue en el año 2004 cuando Óscar y sus hermanos optaron por la ganadería láctea: «Llegamos a estar apuntados en empresas de trabajo temporal que nos permitían acudir a otros trabajos en temporadas de menos actividad en la granja, y hubo momentos en los que nos llovían las ofertas, sobre todo en invierno. En aquella época lo hacíamos porque nuestros padres podían ocuparse de la explotación, y no veíamos una necesidad acuciante de estar a todas horas allí. Pero siempre habíamos pasado parte de nuestro tiempo libre con las vacas, y por eso decidimos dedicarnos plenamente a la explotación. Esto no lo digo como si fuese un esfuerzo extra o un sacrificio: fue así, como tenía que ser».

La decisión de pasarse al pastoreo

Óscar recuerda el origen de lo que hoy son: «Los veterinarios y otros asesores nos decían que había que producir más, lo máximo posible, y optamos por un sistema “Kempen” para la alimentación del ganado en lactación. Lo mantuvimos durante nueve años porque nos permitía aumentar la producción —de hecho pasaron de 9.000 a 11.000 litros por vaca—, optimizar lo que ya teníamos y hacer una recría posiblemente poco planificada, ya que todo animal que nacía se incorporaba a la cabaña sin aplicar ningún criterio de selección. También probamos durante un año con tres ordeños, pero no nos acabó de convencer. Llegamos a tener casi doscientos cincuenta animales, con vacas que daban treinta y cinco litros de leche al día y una producción anual de más de un millón de kilos. Estuvimos haciendo camas hasta tres veces al día e invertimos en colocar goma en la sala de ordeño, en la sala de espera y en el patio de alimentación, sin que desapareciesen los daños en patas. Al final nos dimos cuenta de que esa espiral productiva generaba más trabajo que beneficio y, sobre todo, que implicaba mucho trabajo con poco retorno, ya que los márgenes se reducían porque los costes se disparaban. Todo aquel modo de vida se acabó, y pasamos a trabajar en la explotación como se había hecho antes».

Revista AFRIGA — Ganaderías — SAT Margá
Equipo de SAT Margá, de izquierda a derecha: María, José, Iván, Germán (atrás), Luis, Sonia, Tomás , María, Óscar y Julia

El nombre de la SAT, «Margá», viene heredado de aquella época, pues la explotación estaba ubicada en este lugar de Guitiriz. Ahora tienen también otras instalaciones que pudieron arrendar en el lugar de Os Xiros, a poca distancia, y en la que se desarrolla la mayor parte de su actividad. La granja original se quedó para las novillas y los ejemplares de recría. Esta concentración de dos granjas, con un aumento del terreno disponible y de más espacio físico de trabajo, fue lo que los llevó a convertirse, en el año 2013, en una de las primeras explotaciones gallegas que dieron el paso hacia un modelo basado en el pastoreo: «Fue un cambio muy profundo. Mucha gente del sector nos decía que estábamos locos, que aquello no funcionaría y que acabaríamos con todo lo que habían construido nuestros padres con tanto esfuerzo. Sin embargo, transcurridos los años, creo modestamente que fuimos nosotros los que abrimos el camino del pastoreo en Galicia».

Fue un cambio muy profundo. Mucha gente del sector nos decía que estábamos locos, que aquello no funcionaría y que acabaríamos con todo lo que habían construido nuestros padres con tanto esfuerzo.

El ingeniero agrónomo Xan Pouliquen fue el principal asesor que tuvieron en aquel momento, y aún mantienen su colaboración: «Él mismo nos decía que no había experiencias previas de explotaciones tan grandes con sistema de pastoreo, por lo que los riesgos podían ser elevados. Pero sabíamos que las vacas están diseñadas para pastar, de forma que no habría problemas de bienestar animal o digestibilidad. Los problemas venían de las inversiones que se habían hecho, y de las rutinas adquiridas en el anterior sistema. Había que amortizar los créditos, vivir y adaptarse a una nueva forma de trabajo. Así que empezamos sacando al prado un lote de cincuenta vacas, a las que les redujimos a dos kilos la ración de concentrados. La cosa funcionó y, desde entonces, empezamos a pastorear con todas las vacas que salían del secado. De los más de 50.000 kilos de pienso que gastábamos, hemos bajado a 11.000».

Diferencias del nuevo modelo

El joven ganadero no se cansa de repetir la diferencia entre su anterior modelo y el actual: «Antes del cambio nos guiábamos por lo que nos decían los expertos y por lo que hacía todo el mundo: cada vez más máquinas, más vacas, más leche, más trabajo, más forrajes y más inversiones. Una locura. No salíamos de la granja, y por eso cambiamos. Ahora vamos un poco por libre».

Revista AFRIGA — Ganaderías — SAT Margá

Para Óscar, la principal consecuencia de este cambio se refleja en la salud de las vacas: «Antes nos angustiábamos con cualquier problema sanitario, pero ahora no hay nada que no se resuelva. ¡Si hasta a los veterinarios les amarga venir aquí porque no tienen nada que hacer! Las dos desparasitaciones anuales de las vacas son prácticamente el único trabajo sanitario que realizamos, junto con darles protección para que las moscas no las molesten. En este concepto hemos bajado de unos 8.000 euros al año a 1.800».

Antes del cambio nos guiábamos por lo que nos decían los expertos y por lo que hacía todo el mundo: cada vez más máquinas, más vacas, más leche, más trabajo, más forrajes y más inversiones. Una locura.

Óscar reconoce que, antes de pasar al pastoreo, consideraron la opción de sembrar maíz o de cambiar el sistema «Kempen» por algo más convencional. Lo que los acabó de decidir fue la posibilidad de agrupar cincuenta y dos hectáreas de terreno para producir pastos de forma eficaz, en fincas bien preparadas y agrupadas en torno a las dos instalaciones. De hecho, la finca más lejana está a menos de un kilómetro de la nave principal: «Aunque la torta de maíz es el producto más famoso de Guitiriz, lo cierto es que el cereal no se da bien en esta zona. Cada diez años se consigue una buena cosecha, y eso si el jabalí no la destroza o un exceso de agua no vuelve las fincas impracticables. Este ayuntamiento tiene mucha agua en el subsuelo, así que la producción intensiva de maíz quedaba descartada y el gasto en concentrados tenía que reducirse».

El sembrado de planta forrajera «ray grass» inglesa pasó a ser la piedra angular de SAT Margá: «Es una hierba que crece y rebrota con facilidad, que no espiga rápido, que se adapta a las variaciones en el clima y que se laborea y ensila sin dificultades. Además nosotros mismos la sembramos, segamos y ensilamos, recurriendo a servicios externos solo para el picado y el transporte». El grueso del trabajo con el forraje lo realizaron el primer año, y fue entonces cuando marcaron con pastores eléctricos y llevaron agua a todas las parcelas, que dividieron en una hectárea cada una: «De ese modo, y calculando una hectárea para cada cien vacas, las movemos de forma que pasen el día en una hectárea y la noche en otra. Cada día hay que realizar un control de la altura del pasto y de su estado porque, en función de cómo esté la hierba, daremos más o menos pienso a las vacas».

Organización del trabajo diario

La jornada laboral en SAT Margá está adaptada a su modelo de explotación. Mientras el terreno está apto para pastar —ni demasiado blando por la humedad, ni demasiado seco o agotado y falto de pasto—, las vacas pasan día y noche en los prados. Las recogen para los ordeños, a las 7:00 y a las 19:00 horas, y luego vuelven a salir. Esto sucede entre los meses de marzo y diciembre. En los meses que están estabuladas, salen al patio a comer hierba seca y silo en el intervalo entre ordeños. Obviamente, estas condiciones varían según las condiciones meteorológicas y su influencia semanal en los pastos.

Óscar se encarga de todo lo relacionado con la reproducción y la alimentación, Iván es el responsable de la gestión administrativa y la limpieza de instalaciones, y Sonia, con ayuda de su madre María, está al frente del ordeño y de los animales que aún no producen leche: «Todos hacemos un poco de todo y nos cubrimos unos a otros cuando hay ausencias. Por ejemplo, el año pasado mi hermano se rompió un dedo del pie y estuvo seis meses de baja, y mi hermana también tuvo que parar una temporada por una dolencia leve, pero sacamos el trabajo adelante. ¡Qué remedio! Nuestros padres aún están en disposición de echar una mano y eso ayuda». Gracias a la ayuda de sus padres, los tres hermanos han conseguido organizarse para que dos de ellos puedan tener libre casi todo el fin de semana, mientras que otro se queda trabajando, algo importante teniendo en cuenta que Óscar e Iván juegan al fútbol. Nueve o diez días durante el verano también se los pueden tomar libres: «En agosto es cuando más tiempo tenemos, porque el pasto está seco y las vacas se pasan el tiempo entre los árboles, comiendo los rollos de hierba que les echamos».


—ARTÍCULO COMPLETO DISPONIBLE EN AFRIGA #136—

En el artículo completo, Óscar Morado nos habla de los factores que impiden un trasvase masivo al pastoreo, de las apuestas de cambio e innovación en su granja y de los problemas comunes al sector lácteo. También se incluye una ficha técnica con los datos de su explotación.


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