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jueves, marzo 28, 2024

Lo rural y lo urbano. Incoherencias y despropósitos

No queremos macro granjas en los desérticos pueblos de Castilla y León, pero bendecimos y apostamos por los macro centros comerciales en las ciudades más pobladas del medio urbano. Defendemos a ultranza al lobo y al buitre, sin considerar que una excesiva población de los mismos, junto al abandono de ciertas prácticas que tradicionalmente se realizaban, está haciendo peligrar, no solo la vida de muchos terneros y ovejas, sino de lo que es peor, de nuestros ganaderos.

Jerónimo Lozano González
Director de Urcacyl (Unión Regional de Cooperativas Agrarias de Castilla y León)


Revista AFRIGA — Lo rural y lo urbano

Deseamos reducir la contaminación atmosférica, disfrutar de un medio ambiente saludable y de unos paisajes rurales bien cuidados, y además consumir productos de alta calidad que no incorporen ningún tipo de sustancias nocivas. Y todo ello es bueno y lógico, pero debemos estar suficientemente dispuestos a pagarlo y a no cuestionar las ayudas que reciben agricultores y ganaderos, que no son sino para compensar los bajos precios que perciben por la venta de sus productos. Nos encanta el turismo rural, pero no dudamos en atacar las tradiciones y festejos de algunos pueblos, mientras damos la bienvenida y acogemos fiestas y esnobismos que nada tienen que ver con nuestra cultura.

Se inspecciona y controla de forma exhaustiva, casi enfermiza, el bienestar de los animales en las granjas, y mientras tanto privamos de su hábitat natural o de un mínimo espacio vital a los millones de mascotas y animales de compañía que viven encerrados en los hogares urbanos. Y afectando como afecta su tenencia, a la sanidad, a la salubridad y a la seguridad de las personas, ¿se exige y se les pide a sus dueños la documentación de los animales domésticos?, ¿se les realizan controles y se comprueba que cumplen los calendarios de vacunaciones?

Nos quejamos de los gases que emiten las vacas, y no decimos nada de los orines y las defecaciones que a diario hacen en nuestras calles los más de siete millones cuatrocientos mil perros que hay censados en España, en los que nos gastamos una media de 95 euros mensuales. Y criticábamos y nos parecía antihigiénico que en la Edad Media se vaciasen los orinales por las ventanas de las casas.

No escatimamos en gastos del hogar, de ocio, de vestimenta… y tacañeamos en los relativos a nuestra alimentación, mirando cada uno de los céntimos de euro como si en ello nos fuera la vida. Somos capaces de pagar mucho más por un kilo de pienso para nuestros perros que por un litro de leche para nuestros hijos.

Queremos generar empleo en el medio rural, pero a la hora de hacer construcciones establecemos un régimen urbanístico casi más restrictivo que el del medio urbano. No incentivamos fiscalmente a las empresas que allí se asientan, con una discriminación positiva y con medidas contundentes, como pueden ser las exenciones y bonificaciones en el Impuesto de Sociedades. Eso sí, a las que quedan las inspeccionamos casi diariamente… y sí no lo creen pregúntenlo.

Desde la urbe se imponen normas al mundo rural, pero no se acepta que desde este medio se impongan normas al medio urbano. ¿De que viven la mayor parte de nuestros pueblos? ¿Quiénes lo habitan durante todo el año? Los componentes del sector primario. ¿Qué legitimación tienen algunos veraneantes o turistas de fin de semana para criticar olores, colores y sabores del medio rural y de las personas que allí viven doce meses al año? ¿Hasta qué punto tenemos que aguantar las continuas campañas que se hacen por determinados grupos contra nuestras actividades?

Desde la urbe se imponen normas al mundo rural, pero no se acepta que desde este medio se impongan normas al medio urbano.

En los 10 últimos años Castilla y León ha perdido más de 100.000 habitantes, un 4% de su población. Nuestra tierra languidece. Nos quedamos sin gente, y especialmente en nuestros pueblos; pero aparte de crear agendas para la población, de incentivar políticas anti natalistas y de no apoyar a las familias, poco se hace. Si no impulsamos y tenemos cabeceras de comarca o centros comarcales potentes, con industrias, con centros de ocio, con hospitales e institutos; desaparecerán los pueblos que los circundan en sus entornos y dejaremos de estar, y podremos decir que el mundo urbano quiere mucho al mundo rural… pero hay amores que matan.


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