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jueves, marzo 28, 2024

Vacas, vacunas y Galicia
Autor Antón Camarero

Acuarela de la corbeta Maria Pita rumbo a América. Pintura de Miguel Camarero Suanzes, marino, pintor…y también mi hermano.

Mientras en la actualidad esperamos anhelantes la aparición de una solución en forma de vacuna con la que recuperar «nuestra vida normal», os voy a recordar cómo empezaron las vacunas. Una historia que está vinculada a la ganadería del vacuno de leche y en la que Galicia tuvo su parte de protagonismo: Vacas, vacunas y Galicia.

La viruela (enfermedad vírica, al igual que la Covid19) ha sido probablemente la enfermedad que más muertes ha causado a la humanidad. Por si fuera poco y para fastidiarla más, la tercera parte de los sobrevivientes quedaban ciegos y el rostro de todos los que superaban la enfermedad, marcado para siempre.

En la Inglaterra de mediados del siglo XVIII corría el rumor de que las granjeras que ordeñaban las vacas no padecían la viruela, o sea que eran lo que hoy llamamos inmunes. Las manos de estas mujeres se llenaban de pústulas y la cosa no pasaba de ahí. El rumor llegó a los oídos del médico inglés Jenner que se dispuso a comprobarlo.

En 1795 probó a inocular al hijo de su jardinero con un extracto de las pústulas de la viruela vacuna haciendo un raspado en la piel del brazo. La única reacción fue la aparición de unas vesículas en el lugar del raspado. Días después le inyectó exudado de un enfermo de viruela humana y aun así el niño no enfermó. Continuó experimentado con más niños (incluso con sus propios hijos), obteniendo los mismos resultados. Su trabajo fue reconocido por la Real Sociedad Médica Británica, permitiendo que se realizasen las primeras vacunaciones (nombre que tiene su origen en la palabra vaca).

La explicación a lo sucedido es que el virus vacuno es muy próximo al virus de la viruela humana, pero no exactamente el mismo y no tiene por tanto capacidad para invadir el cuerpo humano. La enfermedad se quedaba solo en esa reacción local, pero era suficiente para generar defensas contra la viruela humana.

Los primeros colonos europeos a América llevaron con ellos el virus de la viruela que causó estragos en la población de indios americanos (tenían aún menos defensas). En 1803 la Corona Española mandó una expedición para aplicar el descubrimiento de Jenner en sus territorios de ultramar: La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna. La corbeta María Pita partió del puerto de La Coruña con 22 niños de un orfanato de la ciudad (que manía de aprovecharse siempre de los niños más desprotegidos). A estos niños los acompañaba la gallega Isabel Cerdán que ejerció de enfermera, tutora y maestra de los huérfanos durante la expedición.

¿Y por qué llevaban niños esa expedición? Pues porque la vacuna necesitaba ser refrigerada y en aquella época no había medios para ello. La mejor solución que encontraron fue que como el virus aguantaba un par de semanas activo en la piel, se iría transfiriendo cada diez días de niño en niño, haciéndole un raspado en la piel de su brazo. Para mayor seguridad y no romper la cadena se haría por duplicado. Así, “a flor de piel” de estos huérfanos la vacuna llegó a su destino: Hispanoamérica y Filipinas. La expedición fue un éxito que salvó millones de vidas.

El propio Jenner alabó públicamente el trabajo realizado por la que se considera la primera expedición sanitaria internacional de la historia. Como curiosidad os cuento que el despliegue de ayuda que hizo el ejército español en la pandemia actual se denominó “Operación Balmis” en recuerdo al médico que dirigió aquella expedición.

En cuanto a vacunas y salud animal, Luis Pasteur fue el primero en desarrollar vacunas para el ganado. Trabajó para dar solución a enfermedades como la colera aviar y el carbunco del ganado, enfermedad esta última terrible pues el bacilo que la produce se mantiene en los campos (llamados malditos) durante décadas y afecta también a la salud de las personas.

Pasteur también investigó para para elaborar una vacuna contra la rabia (que pensaba aplicar a los perros). Pero compadecido por los ruegos de una madre se decidió a usarla en un niño mordido por un perro rabioso. Le aplicó una serie de catorce inyecciones de médula de conejo desecada a la que se había inoculado saliva de un perro también con rabia. El resultado: salvó al niño que no sufrió la enfermedad.

En la rabia el virus asciende por vía nerviosa desde la mordedura con destino al cerebro. El viaje es lento y puede durar más de cuarenta días si la mordedura está lejos (por ejemplo, en un pie). Con esta serie de inyecciones al organismo le dio tiempo a desarrollar defensas e inactivarlo antes de llegar a su objetivo: el cerebro.

Opistótonos (Charles Bell). Terribles consecuencias del tétanos en un soldado inglés tras la batalla del Viña (1.809)

Gracias a las vacunas la viruela fue oficialmente erradicada en 1973. La poliomielitis fue declarada extinguida por la OMS el pasado 2 de septiembre de 2020. La vacuna Sabin por fin acabó con el estigma de muchos niños (incluso de mi generación) que padecieron esta enfermedad y estuvieron condenados a usar prótesis metálicas de por vida.

Robert Doisneau, 1948

Otras horribles enfermedades (como la rabia y el tétanos) están muy controladas gracias a la existencia de vacunas con las que combatirlas. El sarampión estaba casi erradicado, pero actualmente vuelven a aparecer brotes debido a los iluminados de los movimientos antivacunas.

Y para finalizar, si os interesa este tema, os dejo una recomendación de lectura: “A flor de piel”, novela sobre La Real Expedición Filantrópica de la vacuna  y “Cazadores de microbios”, un  ensayo sobre los momentos estelares de la microbiología.

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