La COP28 acaba de dar comienzo en Dubái entre críticas por el nulo compromiso del país anfitrión y por la falta de compromiso de los Gobiernos y las grandes empresas con la emergencia climática. La Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos alza su voz para exigir “soluciones y no declaraciones” que cuenten con la agricultura y la ganadería familiar.
1 de diciembre de 2023. Desde ayer y hasta el 12 de diciembre se celebra en Dubái (Emiratos Árabes Unidos) la Cumbre del Clima en su edición 28 (COP28). Una cumbre envuelta en un contexto de sospecha, tanto por el escaso o nulo compromiso del país anfitrión en derechos sociales y compromisos ambientales, como por el gran lobby de empresas multinacionales, especialmente relacionadas con los combustibles fósiles, que rodean a esta cumbre.
Una cita más en la que los lideres de los países más desarrollados practican un “lavado de imagen en una simulada apuesta para luchar contra los efectos del cambio climático, con las habituales fotografías de familia y declaraciones llenas de hipocresía y con muy escaso o nulo resultado”, denuncian desde la organización agraria UPA. Mientras tanto, y año tras año, paralelamente a la celebración de estas cumbres, el clima va cambiando de manera vertiginosa y provocando unos efectos con gravísimos daños económicos y sociales cada vez de mayor magnitud, y especialmente en la agricultura y más aún en las explotaciones de agricultura familiar.
Los veinte países del G20 (grupo de economías desarrolladas y emergentes, entre las que se incluye España) son responsables del 80% de las emisiones mundiales de gases efecto invernadero (GEI), unas emisiones que están provocando que cada año batamos records en multitud de parámetros como temperaturas máximas, olas de calor, sequías, inundaciones… Los fenómenos meteorológicos extremos son cada vez más intensos y frecuentes, y el sector agrario lo está sufriendo en todos los sectores y territorios con una virulencia nunca vista, y poniendo no sólo en cuestión la rentabilidad sino incluso la viabilidad de la actividad agrícola y ganadera en numerosos casos.
2023 ya es al año más calido en la Tierra desde que hay registros. El planeta ya es al menos 1,1 grados centígrados más cálido que hace 150 años, pero a partir del umbral de 1,5 grados la mayoría de los científicos estima que los desastres medioambientales, como las olas de calor extremas, las sequías o las inundaciones se volverán mucho más intensas y comunes. Por eso, una gran parte de los compromisos adoptados por la comunidad internacional tienen el objetivo de reducir a 1,5 grados el calentamiento causado principalmente por la quema de combustibles fósiles. Sin embargo, los planes de estos gobiernos e incluso sus propias proyecciones dibujan un futuro muy diferente.
UPA ha asegurado que “estamos acostumbrados que al término de cada Cumbre del Clima a los dirigentes mundiales se les llene la boca de declaraciones grandilocuentes con compromisos y acuerdos posteriormente incumplidos (válgase como uno de tantos ejemplos el Fondo para las pérdidas y daños aprobado en la COP27 en Egipto en 2022, que ni siquiera se ha puesto en marcha) mientras que el tiempo de actuar se agota y estamos llegando a un punto muy peligroso de no retorno”. Por ello, desde la agricultura y ganadería familiar, como sector muy vulnerable, y desde la justicia social, “reclamamos y exigimos soluciones frente a declaraciones, y demandamos una transformación real para enfrentar la emergencia climática, ya que no sólo está en juego nuestra agricultura, sino el futuro del planeta”.
La reducción drástica de las emisiones de GEI tiene que ser un deber y una obligación para todos los países y para todos los sectores económicos. Desde UPA han puesto de manifiesto la necesaria apuesta por el fortalecimiento de la resiliencia de la agricultura y ganadería familiar ante el cambio climático, implantando sistemas de identificación de vulnerabilidades, sensibilidad y soluciones a los riesgos climáticos.
Es imprescindible, aseguran desde UPA, promover planes de acción y medidas de mitigación y adaptación al cambio climático, y también un futuro sistema de certificación de las absorciones de carbono por parte del sector agrario, con un riguroso control público y con el objetivo de lograr una agricultura lo más descarbonizada posible.
Contribución de la agricultura familiar a la lucha contra el cambio climático
La agricultura familiar ejerce una actividad sostenible en su triple faceta social, económica y ambiental en el medio rural, y su acción es fundamental en la lucha contra el cambio climático, ya sea en la vertiente de adaptación como en la mitigación de los gases de efecto invernadero.
La labor que ejercen agricultores y ganaderos debe ir acompañada de incentivos para la adopción de prácticas de gestión en sus explotaciones, encaminadas tanto a reducir las emisiones de origen agrario (aproximadamente un 12% en su conjunto, y un 7% si consideramos las provenientes del sector ganadero), como a la ejecución de medidas que contribuyan a la adaptación y resiliencia a los efectos de dicho cambio climático.
Las medidas planteadas por los Gobiernos, tanto a nivel nacional como europeo, para luchar contra el cambio climático en el sector agrario deben ir encaminadas a instaurar practicas “incentivadoras y no penalizantes”, recuerda UPA, que contribuyan a ayudar al sector agrícola y ganadero a cumplir los objetivos establecidos por normativas como, por ejemplo, la Ley de Cambio Climático y Transición Energética.
UPA ha recordado que los agricultores y ganaderos están realizando un “enorme esfuerzo” para adaptarse a la nueva arquitectura ambiental de la PAC, que introduce instrumentos como los ecorregímenes, pero también las medidas agroambientales y de clima de desarrollo rural, elementos que también persiguen fomentar una agricultura y ganadería sostenible en nuestro medio rural, pero que implican grandes esfuerzos y costes para los productores de alimentos.
“El 40% de los fondos de la PAC están vinculados a objetivos climáticos y de sostenibilidad, pero para que esto sea una oportunidad, y no un problema, los agricultores y ganaderos deben recibir compensaciones justas y con criterios sociales, que tengan en cuenta la vulnerabilidad de determinadas zonas y sectores”, aseguran los productores.
“El campo debe ser escuchado, a través de sus legítimas representantes, las organizaciones profesionales agrarias”, asegura UPA, que reclama una mayor participación real del sector agrario en la gobernanza de los diferentes instrumentos ante el cambio climático, y los futuros desarrollos de planes y medidas que contemplan.
“La agricultura es una de las actividades más afectadas por el cambio climático y que más debe adaptarse a este fenómeno. Ante el cambio climático no podemos ser ni espectadores, ni víctimas, debemos ser protagonistas. El mundo debe apostar por la agricultura familiar como modelo más sostenible para luchar contra el cambio climático”, concluye UPA.