7.8 C
Galicia
jueves, abril 25, 2024

ALIMENTACIÓN E INMUNIDAD LA INMUNOMODULACIÓN NUTRICIONAL

Alexandre Udina

Veterinario y Director Técnico de Adial

SOBRE LA INMUNIDAD, habrá que volver a citar a Louis Pasteur, el químico y microbiólogo francés, que fue quien recuperó en 1879 el verbo prefijado latín immunire (instalar algo en el interior para protección) para referirse al efecto y acción logrados con una vacuna. Así nos apareció la palabra inmunidad tal y como la usamos ahora, y que hasta entonces se usaba con otro significado para la excepción de realizar servicios públicos. Antes de Pasteur sólo se llamaba inmunes a los que se libraban de pagar impuestos o de hacer el servicio militar… LA NUEVA “INMUNIDAD” fue por tanto un cambio de paradigma, una revolución científica por la teoría del germen de una enfermedad y las técnicas de desarrollo e inoculación para su control como ejemplo en la primera vacuna ya comentada contra la rabia o luego la vacuna contra el carbunco.

NUTRICIÓN E INMUNIDAD

La OMS (Organización Mundial de la Salud), tan de moda y de actualidad en estos meses de pandemia coronavírica del 2020, define a la vacuna como “cualquier preparación destinada a crear inmunidad contra una enfermedad estimulando la producción de anticuerpos”. Pero si el motivo de tanta reclusión y limitación de movimientos actuales es precisamente la ausencia de una vacuna contra la COVID-19, podemos entonces preguntarnos si es posible estimular o modular la inmunidad para hacer frente a una enfermedad, como esta u otras, en mejores condiciones.

Siendo la inmunidad una cualidad de tener suficientes defensas biológicas para evitar infecciones y enfermedades, es necesario valorar los componentes específicos y no específicos de la misma. Así los componentes no específicos actúan como barreras o eliminando patógenos sin tener en cuenta la especificidad antigénica, y por tanto es aquí donde se podrá intervenir con pautas nutricionales y con el uso de aditivos; aunque dichas pautas de nutrición tienen también un efecto en la respuesta específica, ya que por ejemplo calcio y proteína serán necesarios para la formación de anticuerpos (inmunoglobulinas, Ig) que son glucoproteínas. La nutrición afecta, por tanto, a las células inmunitarias de respuesta generalizada (neutrófilos, monocitos, macrófagos) y a las de respuesta dirigida (linfocitos, que producen los anticuerpos).

La inmunomodulación nutricional tiene diferentes mecanismos de modular la respuesta inmune, desde afectar al propio desarrollo del sistema inmune (por deficiencias de vitamina A, deficiencias de vitamina E, deficiencia de magnesio, etc.) o bien afectar la inmunidad por una deficiencia o exceso en la ingesta de nutrientes (deficiencia proteínica). También se puede alterar la patogenicidad si hay deficiencias de selenio o exceso de hierro, se puede modular la respuesta directa (por ejemplo, con los ácidos grasos poliinsaturados) y también se pueden usar aditivos inmunomoduladores (por ejemplo, los β-glucanos de paredes celulares de levadura).

Una alimentación sana y equilibrada ayuda tanto a las células inmunitarias de respuesta generalizada como a las de respuesta dirigida o específica

Si el sistema inmunitario es una red compleja de células y órganos que trabajan para defender al cuerpo de sustancias extrañas (antígenos), el desarrollo de estas células inmunitarias (leucocitos) y un largo etcétera de efectos relacionados con la respuesta inmune estarán afectados por la nutrición: la función de los neutrófilos, la respuesta de los anticuerpos, la inmunocompetencia, la respuesta de linfocitos o células- T, etc.

Los β 1,3-glucanos aumentan la producción de interleucinas (IL-1 y IL-2) elevando así los niveles de linfoquinas y linfocitos; por tanto, son inmunomoduladores de la inmunidad adaptativa o adquirida. También tienen efectos de adsorción de micotoxinas y endotoxinas, lo cual es también importante por ser la mayoría de micotoxinas de efecto inmunosupresor. Evitar el efecto negativo sobre la inmunidad es otra forma de controlar una mejor respuesta inmune cuando ésta sea necesaria. Los glucanos son capaces de unirse a tricotecenos, zearalenona o fumonisina, micotoxinas habituales en los cereales que se usan en los piensos para alimentación animal, evitando de esta forma su absorción a nivel del digestivo del animal, y en consecuencia actuando como inactivadores o secuestrantes de estas micotoxinas.

Otro ejemplo de cómo modular la inmunidad vía nutrición es el calcio, de gran importancia tanto en la inmunidad innata (en la función de los neutrófilos) como en la adaptativa. El calcio es el segundo mensajero en la respuesta inmune, además de ser dependiente para muchas proteínas relacionadas con la inmunidad. La producción de anticuerpos y péptidos antibacterianos es dependiente del calcio biodisponible. El calcio es un mineral que no sólo tiene funciones estructurales, sino que actúa de mensajero intracelular (calcio iónico), de cofactor proteínico (activación de enzimas) y es dependiente para mucha proteína (calbindina, troponina, caldesmón, calmodulina, fosfolipasa A, proteinquinasa C, calsecuestrinas, etc.).

El papel del sistema inmune intestinal es muy importante, tanto por el efecto barrera como porque más del 20% de los linfocitos totales están a lo largo del tarcto intestinal

Los anticuerpos también conocidos como inmunoglobulinas (Ig) son como comentado un tipo de proteínas (glucoproteínas), es decir una muestra más de las múltiples formas que puede tomar una proteína, y de aquí su nombre, del griego “proteios” que significa primario y que hace alusión al dios Proteo, por la cantidad de formas que pueden tomar. Proteo fue en la mitología griega un dios del mar, hijo de Poseidón, podía predecir el futuro, aunque cambiaba de forma para evitar tener que hacerlo y que nadie le cogiera. De aquí proceden el sustantivo “proteo” y el adjetivo “proteico” que aluden a quien cambia frecuentemente de forma, de opiniones o de afectos. La denominación de proteína fue por tanto profética, ya que éstas están dotadas de múltiples formas y funciones distintas (como Proteo…).

Los anticuerpos como buenas proteínas pueden presentarse en distintas formas o variedades, así entre los anticuerpos de los mamíferos existen cinco isotipos distintos según sus propiedades biológicas, su localización funcional y sus capacidades para reconocer diferentes tipos de antígenos: IgA, IgD, IgE, IgG y IgM. Las IgM son las que se expresan en la superficie de los linfocitos B, mientras que las IgG son las que dan la mayor parte de la protección inmunitaria basada en anticuerpos contra los patógenos externos (además las IgG son el único anticuerpo capaz de cruzar la placenta para proporcionar al feto inmunidad pasiva). Aquí aparece la importancia por ejemplo del calostro de la leche materna, que aporta grandes cantidades de Ig y por tanto es otra vía nutricional de adquirir inmunidad en los primeros días de vida: el calostro de los mamíferos contiene mayoritariamente IgG (un 65-90% del total de Ig).

Acción de un antígeno sobre una célula
Respuesta de la célula con liberación de calcio para la formación de anticuerpos y peptidos antibacterianos
Grafico sobre efecto de inmunomodulacion de los β-glucanos.

En la cerda el aporte de estas inmunoglobulinas del calostro es vital para el lechón, ya que el sistema inmune del neonato está subdesarrollado y estos anticuerpos calostrales proporcionarán la primera fuente de protección inmune, es decir, el calostro es el transmisor de la inmunidad de la cerda al lechón (inmunidad pasiva), y lo mismo se podría decir para todos los mamíferos. Se puede adaptar la nutrición para que el calostro tenga más Ig.

Luego con la leche se transmite sobre todo IgA que es resistente a la degradación intestinal y proporciona una protección entérica mientras no se establezcan los mecanismos de la inmunidad activa. Así hay calostros artificiales, leches maternizadas o productos con Ig para suplir cualquier problema con el calostro o leche, y también hay la opción de tomar leche de otro animal de la misma especie, o incluso y aunque la leche de cada especie es distinta y puede provocar problemas si se usa en una especie distinta, usar la leche de otra especie como forma de alimentación e inmunización. Lo hicieron Rómulo y Remo al tomar leche de loba, o lo hizo Zeus al tomar leche de la cabra Amaltea, que fue la nodriza del dios del Olimpo.

El calcio es el segundo mensajero en la respuesta inmune, además de ser dependiente para muchas proteínas relacionadas con la inmunidad

Siguiendo la senda de los anticuerpos, también hay la opción de ingerir anticuerpos mediante un suero inmunológico o antisuero, es decir, de nuevo la inmunidad pasiva mediante la transfusión de anticuerpos. Así tenemos antisueros del tipo antitoxinas (para el tétanos) o del tipo antiofídico para tratar envenenamientos. De hecho, la transfusión de anticuerpos a partir de un superviviente humano es el único tratamiento eficaz conocido para el virus del Ébola.

Cambiando de tercio, en la inmunidad el papel del sistema inmune intestinal es muy importante, tanto por el efecto barrera como porque más del 20% de los linfocitos totales están a lo largo del tracto intestinal. El tejido limfoide asociado con el intestino (GALT, por sus siglas en inglés: Gut Associated Lymohoid Tissue) es dónde hay las placas de Peyer (que deben su nombre al suizo Johann Conrad Peyer) y que constituyen la parte más importante del tejido linfoide e inducen la inmunidad de las mucosas digestivas. Por tanto, se modula la respuesta inmune mediante el control de la microbiota digestiva, usando aditivos que fortalezcan las uniones intracelulares en el epitelio digestivo (por ejemplo cicatrizantes de mucosa como las taninos hidrolizables de castaño), estimulando el crecimiento y la proliferación de células de las mucosas, usando bacteriostáticos o bactericidas contra patógenos digestivos (aceites esenciales como el del orégano por ejemplo), reduciendo la inflamación y el daño en la mucosa, modulando la expresión de genes bacterianos, etc. En resumen, consiguiendo una barrera intestinal más fuerte.

Proteo el cambiante

Con una adecuada nutrición y un adecuado aporte de aditivos y sustancias inmunomoduladoras, se puede estar mejor preparado ante un desafío, pero es evidente que también nos quedan sustancias de acción directa contra el patógeno, así tendríamos, por ejemplo, los productos antibacterianos para el control de bacterias patógenas o productos antivirales para el control de virus. Es decir, aparte de estimular o modular las defensas, también hay la posibilidad de atacar directamente al patógeno y ayudar así a que el sistema inmunológico se defienda mejor. En la era “verde” en la que estamos, la tendencia es usar alternativas a los antibióticos para el control de bacterias, sustancias antimicrobianas muy eficaces, pero con un problema de resistencias que han reducido su eficacia y comprometido su uso.

Tenemos antimicrobianos naturales como los fitogénicos a base de extractos de plantas o de aceites esenciales (carvacrol, timol, etc.), taninos, polifenoles, hay moduladores de la microbiota como los probióticos y los prebióticos, por ejemplo, los mánanos con una acción prebiótica y también de aglutinación de enterobacterias patógenas (por la acción de la d-manosa) o las aminas conjugadas con carbohidratos (ej. galactosamina) que también son capaces de aglutinar patógenos como protozoos.

Finalmente existen los antivirales y los viricidas. Los primeros son fármacos para tratar infecciones víricas mientras que los viricidas son compuestos químicos que destruyen las partículas virales. Incluso podríamos hablar de los virófagos, que serían virus caníbales que parasitan otros virus, por tanto, serían unos virus antivirus o virus “comedores de virus”.

Mientras no aparece la vacuna, los científicos están buscando entre los antivirales existentes cual puede ser eficaz contra el coronavirus

Hay muchas sustancias antivirales, ahora de nuevo de actualidad (recordemos su momento de gloria con el uso de los retrovirales para el control del SIDA, unos antivirales contra el retrovirus de la inmunodeficiencia humana-VIH) y que se están probando para conocer su eficacia contra la Covid-19: lopinavir, ritonavir, zanamivir, azitromicina, etc. La famosa Cloroquina (hidroxicloroquina) que se usa como tratamiento de la malaria (paludismo, causado por parásito protozoósico Plasmodium) tiene también efectos antivirales.

Mientras no aparezca la vacuna, los antivirales serían una solución para el control y tratamiento del virus si alguno de ellos o alguna combinación fuera eficaz… Los viricidas están pensados para usar en superficies, es decir, para destruir virus con sustancias químicas que limpien y desinfecten superficies, pero no para usar directamente en humanos u otros animales. El hipoclorito de sodio (que diluido en agua conocemos como lejía) sería un buen ejemplo.

Aunque cuando hablamos de nutrición mejor olvidarse de la lejía por mucho que el presidente de Estados Unidos, Donald John Trump, nos recomendara su uso para combatir el virus de la COVID-19… Hay sustancias para usar en la limpieza y desinfección de superficies, y hay otras para ingerir… Un ejemplo es el famoso láurico (C-12), un ácido graso de cadena media con 12 carbonos y que se encuentra de forma abundante en el aceite de coco como triglicérido.

El ácido láurico es un antimicrobiano y antiviral natural, si está en forma libre o mejor en forma de α-1-monolaurina (glicerol monolaurato, GML-90) tendrá una actividad contra patógenos Gram + y también contra virus con cubiertas lipídicas como el Coronavirus, ya que la monolaurina deshace los lípidos que rodean al virus y lo desintegra. Aunque hay que contemplarlo como una ayuda y no como la panacea, es evidente que tomarse unos cocos será mucho más beneficioso que tragarse lejía.

La cabra Amaltea alimenta a Zeus.

Artículos relacionados

- Advertisement -spot_img

ÚLTIMOS ARTÍCULOS

Social Media Auto Publish Powered By : XYZScripts.com