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viernes, mayo 16, 2025

El eucalipto arrasa con las aves de nuestros bosques

El eucalipto arrasa con las aves de nuestros bosques

El avance del eucalipto en Galicia reduce drásticamente la presencia de aves autóctonas, al transformar el bosque en un entorno pobre en alimento y refugio.

Un árbol que silencia el bosque

Un nuevo estudio científico lo confirma: los eucaliptos están empobreciendo los montes del noroeste peninsular y, con ellos, el canto de las aves que tradicionalmente los habitaban. Investigadores de la Universidade de Santiago de Compostela (USC) y del CSIC han puesto cifras al impacto ecológico de esta especie forestal, tan rentable como cuestionada. Según sus conclusiones, el eucalipto es el principal responsable de la disminución de la avifauna en Galicia, donde ya ocupa el 30% de la superficie forestal.

En palabras del equipo investigador, este tipo de plantaciones ofrece una “escasa oferta de alimento y refugio”, lo que se traduce en bosques que albergan muchas menos especies y ejemplares de aves que los ecosistemas autóctonos. Y el problema no es solo de biodiversidad: detrás de esta pérdida está también la degradación de un paisaje rural que cada vez tiene menos que ver con el monte tradicional gallego.

240 bosques, una misma conclusión

El estudio se ha centrado en el Parque Natural das Fragas do Eume, uno de los últimos reductos de bosque atlántico en Galicia. Allí se compararon 240 parches de vegetación: unos de origen nativo y otros convertidos en plantaciones de eucalipto. El resultado es claro. Mientras los bosques autóctonos mantienen una riqueza notable de especies, los eucaliptales parecen inhóspitos para la fauna alada. No es solo una cuestión estética o nostálgica: hablamos de una transformación profunda del equilibrio ecológico.

Este tipo de análisis, a escala de rodal, permite aislar el efecto directo del eucalipto, sin que factores como la altitud o el clima distorsionen los resultados. Y la conclusión es difícil de ignorar: a más eucalipto, menos pájaros.

Galicia, duplicando lo previsto

La expansión del eucalipto en Galicia no es nueva, pero sí alarmante. El Plan Forestal aprobado en 1992 preveía un máximo de 245.000 hectáreas de esta especie para el año 2032. Sin embargo, los últimos datos oficiales de la Xunta, de junio de 2023, elevan esa cifra a 409.000 hectáreas. Es decir, Galicia ya ha más que duplicado el techo estimado… ¡con casi una década de adelanto!

Esta situación ha generado críticas crecientes desde el ámbito ambiental y científico, así como desde buena parte del rural, que ve cómo el monocultivo desplaza a otras especies forestales de mayor valor ecológico y agroganadero.

¿Y la Xunta? Silencio entre eucaliptos

Ante este panorama, la respuesta institucional ha sido tibia. La conselleira de Medio Ambiente, Ángeles Vázquez, se limitó recientemente a calificar al eucalipto como “un árbol más”, evitando cualquier compromiso firme sobre su expansión. La decisión de ampliar o no la actual moratoria —que ya llegó tarde y fue parcial— recae, según ella, en el departamento de Medio Rural.

Mientras tanto, las plantaciones siguen creciendo, alimentadas por una industria potente y por la falta de control efectivo. Desde el punto de vista científico, el eucalipto es considerado una especie invasora, aunque España no lo haya incluido oficialmente en su listado.

¿Qué está en juego para el rural?

Más allá de las cifras y los estudios, lo que está en juego es el futuro de un paisaje que define la identidad del rural gallego. Los bosques mixtos tradicionales no solo sustentan una biodiversidad rica, sino también una cultura forestal diversa, con potencial para la producción de leña, castaña, setas o pastos. El eucalipto, en cambio, impone un modelo único, rápido y rentable a corto plazo, pero con un alto coste ecológico y social.

La disminución de aves no es un fenómeno aislado. Es un síntoma de un bosque que se vacía por dentro. Y eso, en una región que vive del monte y con el monte, no puede tomarse a la ligera.

Desafio ambiental

El eucalipto ya no es solo un debate económico o paisajístico: es un desafío ambiental de primer orden. Y sus efectos se escuchan —o más bien se dejan de escuchar— en el silencio creciente de los bosques gallegos. La decisión de seguir plantando o frenar a tiempo marcará el futuro de nuestras aves, nuestros montes y nuestras aldeas.

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