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martes, noviembre 18, 2025

Caixa Rural Galega refuerza su compromiso con el rural lucense

  • La entidad abre oficina en Viveiro y apoya con 2.500 € a PRODEME, reafirmando su vínculo con el desarrollo económico y social del territorio.

Una nueva oficina en Viveiro: más cerca del rural y su gente

Caixa Rural Galega ha inaugurado una nueva oficina en Viveiro, un paso estratégico que consolida su presencia en la Mariña lucense y refuerza su papel como entidad de referencia en el tejido económico gallego. Con esta apertura, la entidad suma ya 48 oficinas en Galicia, 34 de ellas en la provincia de Lugo, ampliando su red de atención en una de las zonas con mayor dinamismo industrial, pesquero y turístico de la comunidad.

La oficina, abierta desde el martes 28 de octubre, se ubica en una localidad que hasta ahora no contaba con presencia de la cooperativa de crédito lucense. Durante el acto inaugural —presidido por el director general Jesús Méndez y el presidente Manuel Varela— también intervinieron la alcaldesa de Viveiro, María Carme Gueimunde González, y la alcaldesa de Burela, Carmela López Moreno, quienes coincidieron en destacar el valor de esta apertura para el impulso económico de la comarca.

El presidente de Caixa Rural Galega subrayó que la entidad mantiene su apuesta por un modelo de banca de proximidad, que combina la atención personalizada con la tecnología más avanzada. “Queremos seguir siendo motor de desarrollo y confianza para las familias, empresas y emprendedores gallegos”, señaló Varela, recordando los orígenes cooperativos de la entidad y su compromiso histórico con el medio rural.

Una pedalada solidaria que transforma kilómetros en apoyo social

Pero la presencia de Caixa Rural Galega en el territorio no se limita al ámbito financiero. La entidad también impulsa iniciativas de carácter social y comunitario, como la “Bicicleta Solidaria”, organizada junto al equipo ciclista Caja Rural-Seguros RGA y Seguros RGA durante la pasada Vuelta Ciclista a España.

En la etapa con meta en Monforte de Lemos, los aficionados al ciclismo pedalearon un total de 1.250 kilómetros, que Caixa Rural Galega convirtió en una donación de 2.500 euros a favor de la Asociación PRODEME, entidad monfortina que lleva más de cuatro décadas trabajando por la integración social y laboral de las personas con discapacidad intelectual.

El cheque fue entregado por el director comercial de la entidad, José Manuel López Marcos, y el director de la oficina de Monforte, Borja Rodríguez Álvarez, al subdirector de PRODEME, Juan Luis Cortiñas, y su gerente, Xulio Cortiñas. Durante el acto, se destacó la importancia de que la solidaridad y el deporte se unan para fortalecer el tejido social rural, especialmente en un momento en que muchas asociaciones locales dependen de la implicación ciudadana y empresarial para sostener su labor.

Un modelo cooperativo con raíces en Galicia

Caixa Rural Galega, única cooperativa de crédito con sede en Galicia, continúa así una línea de actuación basada en la cercanía y el compromiso con el desarrollo local. Su modelo —que reinvierte en el territorio los recursos generados— permite ofrecer financiación adaptada a las necesidades de agricultores, ganaderos, pymes y familias del rural, manteniendo viva una filosofía de banca ética y participativa.

Con la apertura de la oficina en Viveiro y la colaboración con PRODEME, la entidad demuestra que el futuro del rural gallego se construye desde la cooperación, la confianza y el compromiso con las personas que lo hacen posible cada día.

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Las cicatrices del fuego: el río Navéa arrastra las secuelas de los incendios * Las lluvias en Ourense arrastran las cenizas de los incendios del verano hacia el embalse de Chandrexa, contaminando el río Navéa y su entorno natural protegido. Las intensas lluvias caídas esta semana en Ourense han devuelto a la actualidad una de las heridas más profundas que deja el fuego en el territorio rural gallego. En la desembocadura del río Navéa, dentro del embalse de Chandrexa de Queixa, las aguas se tiñeron de negro, arrastrando las cenizas de los montes calcinados el pasado verano. Lo que parece lava de un volcán es, en realidad, la huella silenciosa de los incendios forestales. El fuego se apaga, pero la contaminación permanece El fenómeno no es nuevo: cada otoño, tras los grandes incendios, las lluvias intensas arrastran hacia los ríos los restos del monte quemado —cenizas, tierra erosionada, metales pesados y materia orgánica— que acaban en embalses, regatos y cauces naturales. Según técnicos medioambientales, estas corrientes alteran el equilibrio químico del agua y provocan un aumento de su acidez y turbidez, afectando a peces, anfibios y microorganismos esenciales para la biodiversidad fluvial. En el caso del Navéa, uno de los afluentes más emblemáticos del Sil, la contaminación se concentra en una zona incluida dentro de la Red Natura 2000, un espacio teóricamente protegido por su valor ecológico. Sin embargo, las imágenes difundidas muestran una realidad que contradice esa etiqueta de “protección”: un ecosistema que intenta sobrevivir bajo una capa espesa de ceniza. Un impacto que va más allá del paisaje El arrastre de materiales tras los incendios no solo afecta a la fauna acuática. Las partículas contaminantes acaban llegando a los embalses que abastecen a pueblos y aldeas del entorno, comprometiendo la calidad del agua de consumo humano. Además, el suelo desnudo y sin vegetación pierde su capacidad de retener el agua, agravando los riesgos de erosión y de nuevos deslizamientos con cada temporal. ¿Quién amenaza realmente la biodiversidad? La paradoja es evidente: mientras la ganadería extensiva es señalada a menudo como responsable del deterioro ambiental, la realidad muestra que el abandono del monte y la falta de gestión forestal están detrás de muchos de estos desastres. Los ganaderos y silvopastores, con su presencia en el territorio, ayudan a mantener cortafuegos naturales y a reducir la carga vegetal que alimenta los incendios. Sin embargo, el despoblamiento rural y las limitaciones normativas dificultan cada vez más esta labor de prevención. El silencio tras las llamas Cuando las cámaras se apagan y los titulares desaparecen, el problema permanece. Las aguas negras del Navéa son el recordatorio de que los incendios no terminan cuando se apaga el último foco: continúan, invisibles, en forma de contaminación y pérdida de vida en ríos y embalses. El fuego deja de arder, pero sigue quemando la tierra gallega desde dentro.

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