- Agricultores piden poder limpiar ríos y arroyos ante desbordamientos cada vez más frecuentes, agravados por el abandono y el cambio climático.
Ríos olvidados, cultivos en riesgo: el campo exige soluciones
“Ni limpian ni nos dejan limpiar”, denuncian los agricultores de ribera. Un grito que no es nuevo, pero que cada vez resuena con más fuerza tras cada episodio de lluvias torrenciales, como el de marzo o la devastadora DANA de octubre pasado. Las crecidas arrasan cosechas, destrozan infraestructuras y disparan la frustración en el rural, que se siente desprotegido ante una amenaza que, en muchos casos, se podría haber evitado.
Cambio climático y cauces abandonados: la tormenta perfecta
El cambio climático está alterando los patrones de lluvia en toda España, y el rural lo está pagando caro. Tras años de sequía severa, los últimos meses han traído lluvias intensas y concentradas, sin apenas capacidad de absorción por parte de un terreno reseco o saturado. El resultado: desbordamientos que afectan especialmente a las explotaciones cercanas a ríos, arroyos y barrancos.
Sin embargo, los agricultores no solo lidian con el agua, sino con la inacción administrativa. Desde UPA Castilla-La Mancha y UPA Madrid, se ha reclamado a la Confederación Hidrográfica del Tajo que actúe de forma urgente para limpiar los cauces fluviales en su zona de competencia o, al menos, que permita a los agricultores hacerlo bajo supervisión técnica.
“Que limpien o que nos dejen limpiar”
Ese es el mensaje claro del sector. No se trata de intervenciones agresivas ni de alterar ecosistemas: lo que se pide es una gestión preventiva y sostenible del agua, adaptada al nuevo escenario climático. Mantener los cauces despejados de maleza, sedimentos y obstáculos es clave para que el agua fluya en su curso natural, sin invadir cultivos ni arrasar infraestructuras.
Los agricultores denuncian que la normativa actual limita su capacidad de acción, incluso en situaciones de emergencia evidente. “Antes llovía más y no pasaban estas cosas. Ahora, con menos agua pero más concentrada, el abandono de los cauces multiplica los daños”, aseguran desde UPA.
Un problema con impacto directo en la economía rural
Las consecuencias de cada desbordamiento no se quedan solo en el barro: perder una cosecha puede suponer el cierre de una explotación familiar, y los daños a caminos, vallados o regadíos muchas veces tardan meses en repararse… si se reparan. Esto no solo genera inseguridad económica, sino también desafección y abandono del territorio.
La gestión de los cauces es, por tanto, una cuestión estructural para el futuro del medio rural. No se trata de echar culpas, sino de asumir responsabilidades y establecer un modelo de colaboración entre administraciones y propietarios de fincas que garantice la seguridad de las zonas de ribera.
¿Soluciones a la vista?
El sector reclama que la Confederación Hidrográfica simplifique los trámites, permita limpiezas controladas y escuche a quienes conocen el terreno. En un contexto de cambio climático acelerado, esperar a que llegue la siguiente riada no es una opción.
Mientras tanto, cada episodio de lluvias intensas vuelve a poner en evidencia una verdad incómoda: sin cauces limpios, no hay campo seguro. Y sin campo seguro, no hay futuro para el rural.