- El corte eléctrico dejó al rural gallego sin capacidad de respuesta: granjas, mataderos y cámaras paralizadas, con pérdidas millonarias en toda la cadena.
Una crisis eléctrica que sacude al rural desde dentro
En el rural gallego todo está conectado: la granja, el matadero, la industria y la mesa del consumidor. Y cuando uno de esos eslabones cae, como ocurrió con el corte de suministro eléctrico de esta semana, el golpe se siente en todo el sistema. Lo ocurrido no fue solo un apagón. Fue una alerta roja para todo el tejido agroalimentario gallego, que quedó a oscuras sin red de seguridad.
Granjas colapsadas, transporte parado y animales en espera
El apagón dejó explotaciones ganaderas sin agua, ventilación o capacidad operativa. Especialmente vulnerables fueron los cebaderos de porcino, donde sin generadores y con la ventilación natural, la electricidad es clave para mantener el suministro de agua. “La situación empezaba a ser crítica”, explicaba Pablo Meijomín, presidente de la Federación Galega de Porcino.
Los mataderos, por su parte, no pudieron recibir camiones que venían cargados desde el domingo con destino a León o Portugal. La cadena se rompió ahí: animales aturdidos sin sacrificar, otros ya sacrificados sin posibilidad de seguir la línea de procesado, y camiones esperando a un sistema que no respondía.
El matadero, epicentro del desastre
La industria cárnica fue una de las más golpeadas. Según ANICE y FECIC, las pérdidas estimadas a nivel estatal alcanzan los 190 millones de euros, aunque buena parte de ese daño está concentrado en Galicia. Miles de canales colgadas, vísceras, masas cocidas y productos curados fueron directamente al decomiso. Los hornos se pararon, las salas de oreo quedaron inservibles y, con ellas, toneladas de alimento.
Más allá de la carne, también hubo pérdidas irreversibles en maquinaria, electrónica, estaciones de bombeo y cámaras frigoríficas, algunas de las cuales seguían inoperativas al día siguiente del apagón.
Más que una incidencia puntual: una fragilidad estructural
Este evento ha puesto de relieve un problema mayor: la fragilidad estructural del sistema rural gallego frente a fallos de servicios básicos. Ni planes de emergencia claros, ni generadores disponibles en muchas instalaciones clave, ni protocolos para gestionar cortes prolongados. En un sector donde el tiempo, la cadena de frío y el bienestar animal lo son todo, unas pocas horas bastan para provocar pérdidas incalculables.
Un sistema agroalimentario interconectado y sin red
Este apagón afectó a toda la red agroalimentaria: porcino, lácteo, avícola y hortofrutícola, además de afectar gravemente a plantas de transformación, depuradoras, estaciones de bombeo y transportistas. La cadena productiva y comercial del rural gallego no puede depender de un hilo tan fino.
Lo que está en juego no son solo productos o camiones parados. Es la viabilidad de un modelo rural que ya vive bajo presión constante: por normativa, por costes energéticos, por falta de relevo generacional. Una crisis eléctrica así no solo corta la luz: corta las posibilidades de muchos de seguir adelante.
¿Y ahora qué? Lecciones para no repetir el error
Desde el sector se pide una revisión urgente de la infraestructura eléctrica en las zonas rurales, sistemas de respaldo y ayudas específicas para paliar los daños. La Xunta y otras administraciones tendrán que responder con más que buenas palabras. Porque el rural, una vez más, ha demostrado que produce, transforma y alimenta… pero necesita herramientas y protección.
Y porque la próxima vez que se apague la luz, el golpe podría no quedarse solo en las carnes.