- La UE recorta la PAC para reforzar su presupuesto de defensa: agricultores y ganaderos temen quedar fuera de las prioridades europeas.
Bruselas recorta la PAC y prioriza la defensa militar
La Comisión Europea ha confirmado el recorte de 2.200 millones de euros del segundo pilar de la PAC, el que financia directamente la modernización del campo y el desarrollo rural. Pero más allá de las cifras, lo que ha indignado al sector agrario es el destino alternativo de esos fondos: buena parte se reorientará al refuerzo del gasto en defensa, seguridad y geopolítica.
La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, lo ha defendido como una “respuesta necesaria al nuevo contexto internacional”. Pero en pueblos, explotaciones y cooperativas del rural, se interpreta como una señal inequívoca de que el campo ya no es prioridad para Europa.
Del tractor al tanque: así se reorganiza el presupuesto europeo
Con el conflicto de Ucrania aún activo y la presión geopolítica aumentando, Bruselas ha lanzado una revisión del marco financiero plurianual 2021–2027, centrada en reforzar instrumentos como el Fondo Europeo de Defensa, el Mecanismo de Apoyo a la Paz o la financiación militar conjunta entre Estados miembros.
Para liberar fondos, la Comisión ha decidido reducir partidas “menos urgentes”, y entre ellas ha incluido el segundo pilar de la PAC. Se trata de fondos estructurales clave para el relevo generacional, la digitalización agraria, la mejora de explotaciones, la gestión forestal o la lucha contra el despoblamiento rural.
La lectura en el campo es clara: se prioriza el rearme europeo antes que la sostenibilidad del territorio. Y no es un recorte teórico: impacta de lleno en proyectos ya aprobados o en proceso de licitación en muchas comunidades autónomas, incluidas Galicia, Castilla y León, Extremadura o Aragón.

¿Qué se pierde con este recorte?
El segundo pilar de la PAC —a través del Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural (FEADER)— financia desde formación y apoyo a jóvenes agricultores hasta inversiones en modernización, eficiencia energética o bienestar animal.
En Galicia, por ejemplo, estos fondos han sido clave para planes de mejora en explotaciones lácteas, ayudas al cooperativismo agrario, e incluso infraestructuras básicas como caminos rurales o redes de abastecimiento. La reducción de estas partidas pone en riesgo la estabilidad de muchas pequeñas y medianas explotaciones, justo en un momento de incertidumbre económica y climática.
El discurso verde de Von der Leyen… sin fondos que lo sostengan
La Comisión intenta justificar este giro presupuestario asegurando que busca una “PAC más eficiente, resiliente y verde”. Sin embargo, en el campo muchos lo consideran un discurso vacío si no viene acompañado de inversiones reales. La transición ecológica no se puede hacer “con menos recursos y más exigencias”.
El Pacto Verde Europeo, las estrategias “De la Granja a la Mesa” o “Biodiversidad 2030” plantean objetivos ambiciosos, pero cada vez más agricultores sienten que la UE les está pidiendo más… mientras les da menos.
¿Qué dicen España y Galicia?
Desde el Gobierno español, el Ministerio de Agricultura ha mostrado su desacuerdo con el recorte, aunque sin plantear de momento compensaciones concretas. Fuentes de la Consellería do Medio Rural reconocen que el impacto en Galicia será “significativo” si no se activan mecanismos alternativos, ya que muchos programas rurales dependen de esa cofinanciación europea.
Organizaciones agrarias como ASAJA, Unións Agrarias o COAG ya han advertido de que no aceptarán nuevos recortes ni reformas sin diálogo real con el sector. Algunos sindicatos alertan incluso del riesgo de nuevas movilizaciones si se mantienen los recortes sin reequilibrio interno.
¿Qué futuro para el campo europeo?
El problema no es solo contable. Lo que preocupa es el mensaje político: el rural ya no es una prioridad para Europa, al menos no con la contundencia que exige la crisis actual del sector primario. Se habla de sostenibilidad, resiliencia, autosuficiencia alimentaria… pero al mismo tiempo se reduce el apoyo estructural a quienes sostienen el territorio día a día.
Si Europa quiere garantizar alimentos, cuidar sus paisajes y fijar población en el rural, debe invertir en el campo, no solo en defensa. Porque sin agricultores, no hay soberanía. Y sin pueblos vivos, no hay futuro para Europa.


