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jueves, abril 25, 2024

El Pedo de la Vaca
¿Responsable del cambio climático?

Javier Franqueira

Ingeniero químico especializado en procesos industrial es

SEAMOS HONESTOS, UN titular así a medio camino entre el humor escatológico y jocosamente infantil y la verdad desagradable e inevitablemente es carnaza fácil para la atención del lector. Irónicamente, y pese a la relevancia del tema, es tendencioso ya que las ventosidades vacunas solo corresponden a un 10% de las emisiones gaseosas de la digestión rumiante, siendo el restante efluvios emitidos por la boca. Este hecho común y natural, ha resultado ser una suerte de sentencia condenatoria por los males relativos al cambio climático. Muchos son los llamados y pocos los elegidos, que reza la Biblia, y por esto mismo, de los múltiples causantes de emisiones que afectan al medio ambiente se ha subido al altar a las vacas para efectuar su sacrificio mediático y expiar así nuestros pecados mientras hacemos uso de los numerosos bienes que este cuadrúpedo nos provee. Siempre es más fácil buscar la paja en ojo ajeno, pero nada nos va a salvar de la hoguera del calentamiento global si no analizamos el problema de raíz y sus causas.

PRIMERA Y FUNDAMENTAL consideración: todos sin excepción contaminamos. Por el hecho simple de la función metabólica de nuestro organismo, excretamos substancias que son potencialmente contaminantes en concentración excesiva. Ingerimos carbohidratos para oxidarlos y transformarlos en dióxido de carbono (CO2) y vapor de agua (salvando las distancias, igual que un motor de combustión). El CO2 es absorbido por las plantas, transformando así un desecho en un alimento y en lo que se conoce por el ciclo del carbono, algo que lleva ocurriendo millones de años.

ESTE ES OTRO factor crucial en esta quimera: el tiempo cronológico. Actualmente todos en nuestra cotidianidad hacemos uso de hidrocarburos, que se han ido formando bajo tierra desde mucho antes de que la especie humana apareciese sobre el planeta. Esta concentración masiva de carbono inertizado en el subsuelo, está siendo emitido a la atmósfera en cantidades ingentes, bien sea en procesos de transformación para obtener bienes de consumo y alimentos (plásticos, fertilizantes, combustibles, etc.) o en la producción de energía y calor (carbón, gas natural, …). Las plantas, absorben dicho carbono a través de la fotosíntesis, pero el problema radica en los diferentes órdenes de magnitud en la velocidad de ambos procesos (fijación vs. emisión), y aun recubriendo toda la superficie de la tierra de plantas sería imposible compensar dicho balance al ritmo de consumo actual.

ES ESTE DESEQUILIBRIO el que afecta de manera fundamental al calentamiento del planeta por un incremento desmesurado de los llamados gases de efecto invernadero: CO2, metano (CH4), vapor de agua, y óxidos de nitrógeno. Al tratar las emisiones de ganado vacuno, se hace principal referencia al metano, ya que tiene una incidencia en el efecto invernadero mucho más alta que el CO2, que se utiliza de referencia (y en un factor de más de 30:1). La emisión de dicho CH4 es inevitable, ya que se produce como subproducto en la conocida como fermentación entérica, y de hecho resulta una pérdida de energía en la digestión rumiante. Dada la demanda de consumo de carne y productos lácteos en los países desarrollados, el número de cabezas de ganado ha ido creciendo en similar proporción, todo ello favorecido con las mejoras en selección genética, cuidados veterinarios y producción de forraje. Si añadimos a las emisiones de metano por la digestión, las producidas por fermentación de estiércol, así como la producción de otros contaminantes como el óxido nitroso (NO2), tenemos una tormenta perfecta de culpabilidad por parte de los medios de comunicación, y una presa fácil por parte del punitivo estado: ni la ganadería ni el suelo utilizado por los ganaderos se pueden relocalizar.

TANTO EL CAMBIO climático como el consiguiente calentamiento global son un problema acuciante para la población mundial (aunque no menos que la polución/contaminación), pero no por ello hemos de fustigarnos dada la sustancial mejora en la calidad de vida, alimentación, longevidad, y riqueza que llevamos desde 1950: vivimos más y mejor que nunca, y esto es un hecho irrefutable.

EL CUIDADO DEL medio ambiente y el “talibanismo” ecológico ha llevado a muchos hacer la parte por el todo en esta lucha, culpando a una estructura económica como la ganadera (casi que antropológica por ese rechazo a la ruralidad y al esfuerzo de un trabajo duro), y en donde se desprecia la más imperiosa de las necesidades humanas: la alimentación. Podemos tener muchos bienes materiales, desde coches a casas, móviles, o ropa, pero sin la calidad y cantidad de comida a la que tenemos acceso, estaríamos muertos.

PODEMOS DISCUTIR LA necesidad de reducir nuestra ingesta proteica, o de mejorar la calidad de la carne que ingerimos, incluso su origen, el trato dado al ganado, su alimentación o el procesado de lácteos, pero el consumidor final tiene que ser libre de decidir sin propaganda mediática interesada.

A FIN DE combatir las emisiones antropogénicas, estoy seguro que, por ejemplo, podríamos dejar de usar automóviles, aunque quizá no le interese al estado con la cantidad ingente de ingresos por impuestos que esta genera en la venta de todos los productos relacionados en esta mastodóntica cadena productiva (no lo sabrán, pero mata más gente el polvo generado por las ruedas y los frenos que lo que se emite por el tubo de escape). O bien dejar de hacer casas de ladrillo y hormigón, ambos procesos consumidores masivos de energía e hidrocarburos, y construir viviendas con recursos forestales sostenibles y revalorizando el monte (no como hasta ahora, favoreciendo a pasteras o productores de madera de bajo valor). O más fácil incluso, volver a un sistema de reutilización de envases, ya que no solo consumen hidrocarburos y producen emisiones, sino que llenan nuestros vertederos. Pero no, eso tampoco interesa (es más fácil subvencionar organizaciones que reciclan a costa de impuestos al contribuyente en vez de reutilizar). Sin duda, mejor hacer risa bufa con la vaca y sus efluvios gaseosos, al tiempo que le cargamos la cruz de nuestros pecados existenciales.

Burbujas de metano atrapadas en el hielo

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