El apagón eléctrico pone en jaque a granjas y trámites
El gran apagón del 28 de abril afectó al ordeño, la PAC y refrigeración en granjas, dejando claro el talón de Aquiles del rural tecnificado.
Un apagón que dejó al descubierto la fragilidad energética del campo
El gran corte eléctrico que el 28 de abril paralizó buena parte de la Península Ibérica no fue solo una anécdota urbana. En el campo, la oscuridad dejó mucho más que anécdotas: ordeños interrumpidos, leche desperdiciada, oficinas agrarias bloqueadas y trámites clave como la PAC congelados. Aunque la agricultura resistió con cierta entereza, la ganadería intensiva y la burocracia agraria sufrieron el mayor varapalo.
Cultivos resistentes, pero el riego se tambalea
A pesar de la magnitud del apagón, las explotaciones agrícolas no reportan daños graves en los cultivos. Muchos productores pudieron aguantar gracias a que gran parte del trabajo diario en campo abierto depende más del sol y la tierra que de los enchufes.
Sin embargo, no todo fue tan sencillo. En zonas como Valencia, Zaragoza o León se detectaron problemas en sistemas de riego, ventilación de viveros y cámaras de conservación, justo cuando empieza una campaña decisiva para frutas y hortalizas. Una interrupción prolongada podría haber tenido consecuencias muy distintas.
Ganadería intensiva: cuando se para la electricidad, se para todo
Donde el apagón realmente dolió fue en la ganadería, especialmente la intensiva y tecnificada. Las granjas de leche, por ejemplo, se encontraron en una situación crítica: sin corriente, no hay ordeño, y sin refrigeración, la leche se pierde.
En Galicia, muchas explotaciones temen que parte de la producción del día se haya echado a perder por la falta de frío. Peor aún, los robots de ordeño, habituales en granjas modernas, quedaron fuera de juego, obligando a ordeñar a mano o directamente a suspender la rutina, con el consiguiente malestar en los animales y riesgos sanitarios.
En León, algunas comarcas pasaron toda la noche sin suministro, y sin generadores de apoyo la única salida fue improvisar soluciones de emergencia. La dependencia tecnológica en estos sistemas ha quedado expuesta como un punto débil crítico en situaciones de crisis energética.
Trámites paralizados en plena campaña de ayudas
A la falta de ordeño se sumó otro gran problema: la parálisis administrativa. Oficinas de ASAJA y otras entidades agrarias se vieron completamente desconectadas, imposibilitando la presentación de solicitudes de la PAC, la contratación de seguros agrarios o la emisión de guías de transporte animal.
El apagón coincidió con el cierre de plazos clave en regiones como Castilla-La Mancha, donde ayudas como las FOCAL estaban a punto de expirar. En Extremadura o Toledo, muchos ganaderos se quedaron sin poder mover su ganado por no poder emitir la documentación correspondiente.
Ante esta situación, ASAJA ha solicitado a las autoridades la ampliación de plazos administrativos para evitar que los productores paguen las consecuencias de un fallo eléctrico completamente ajeno a su voluntad.
¿Y ahora qué? Evaluación de daños en curso
Por el momento no hay una cifra oficial sobre el impacto económico del apagón en el sector rural, pero ASAJA ya ha comenzado a recoger datos. Entre las pérdidas más probables: litros de leche desechados, frutas sin refrigerar, alquiler de generadores de urgencia, animales no transportados y un reguero de trámites pendientes.
Este episodio ha servido para recordar que el campo español, cada vez más tecnificado, necesita también estar mejor preparado ante eventos como este. La autosuficiencia energética, los generadores de respaldo o incluso el rediseño de sistemas críticos deberían estar en la agenda, si no queremos que el próximo apagón sea mucho más caro.