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viernes, mayo 16, 2025

El negocio del eucalipto se dispara pese a la moratoria

  • Galicia exporta casi la mitad de su eucalipto mientras incumple la moratoria de plantación que debía frenar su avance.

Un modelo forestal en disputa: más multas, más madera

La moratoria que debía poner freno a la expansión del eucalipto en Galicia no solo ha sido ampliamente desoída, sino que convive con un auge sin precedentes en la exportación de madera. Desde 2021, más de 1.100 sanciones han sido emitidas por plantaciones ilegales, mientras el sector maderero sigue cortando y enviando fuera casi la mitad del eucalipto gallego. Un modelo forestal que vive entre el beneficio inmediato y la sostenibilidad postergada.

El eucalipto gana terreno… y mercado

Según el último Inventario Forestal Continuo, Galicia cuenta con más de 413.000 hectáreas de eucalipto. Especies como el Eucalyptus globulus y el E. nitens han colonizado amplias zonas del territorio, impulsadas por su rápido crecimiento y su alta rentabilidad: se corta en apenas 12 años, sin apenas cuidados, y tiene una demanda estable gracias a la industria papelera. Mientras tanto, la moratoria vigente desde julio de 2021 —que prohíbe nuevas plantaciones donde antes no había eucaliptos— parece papel mojado: más de 1.115 propietarios han sido sancionados desde 2022.

Aun así, para muchos dueños de monte, el eucalipto es la única opción viable. El pino, tradicional competidor, está en decadencia: enfermedades como la “banda marrón” han desplomado su rentabilidad, y los precios que se ofrecen por su madera ya no compensan el esfuerzo de mantenerlo.

Casi la mitad de la producción sale fuera de Galicia

Mientras el debate sobre el eucalipto se centra en su impacto ambiental y en el incumplimiento normativo, otro dato importante ha pasado más desapercibido: Galicia transforma menos del 50% del eucalipto que corta. Según estimaciones de la industria y maderistas entre 2021 y 2024, entre 2,2 y 3,2 millones de metros cúbicos de eucalipto gallego se procesan fuera de la comunidad cada año.

Portugal es el principal destino, con entre 1 y 1,2 millones de metros cúbicos anuales. Le siguen Asturias y País Vasco, que suman entre 1,1 y 1,8 millones, mientras que entre 100.000 y 200.000 metros cúbicos viajan a otros puntos de España y del extranjero.

Esta fuga de materia prima no es solo una cuestión comercial: supone también una pérdida de valor añadido que podría quedarse en el rural gallego si se procesara más madera localmente.

Exportaciones millonarias… e importaciones también

Los datos del ICEX (Instituto de Comercio Exterior) revelan que en 2024 salieron de Galicia al menos 746.000 toneladas de madera de eucalipto con destino al extranjero. Portugal volvió a liderar la lista, con compras por valor de 113 millones de euros, seguida —curiosamente— por Islandia y China. En paralelo, Galicia también importó 82.000 toneladas de eucalipto y cerca de 7.000 de coníferas, lo que refleja una compleja red de entradas y salidas de materia prima forestal que no siempre sigue una lógica lineal.

Puertos como Ferrol-San Cibrao, Marín, Ribadeo o Burela se han convertido en nodos clave del comercio maderero, con más de 950.000 toneladas embarcadas en 2024. Las cifras dan cuenta de una maquinaria exportadora que, pese a la normativa ambiental y las restricciones internas, no deja de girar.

La moratoria, entre la ineficacia y el descontrol

La realidad sobre el terreno demuestra que la moratoria está lejos de ser eficaz. La Consellería do Medio Rural reconoce que los sistemas de control se enfrentan a limitaciones técnicas: las imágenes satelitales, base del Inventario Forestal Continuo, tardan hasta tres años en detectar nuevas plantaciones, lo que permite que muchas infracciones pasen inadvertidas durante largos periodos.

Además, el 63% del monte gallego es de propiedad privada, lo que complica el seguimiento y control, y permite que los intereses económicos se impongan fácilmente sobre las restricciones legales.

¿Y el rural, qué gana?

La paradoja es que el rural gallego sigue sin beneficiarse de forma estructural del auge del eucalipto. Si bien muchos propietarios obtienen ingresos rápidos, la falta de transformación industrial local impide consolidar cadenas de valor en el territorio. Al mismo tiempo, los efectos ambientales —como la pérdida de biodiversidad, el agotamiento de suelos y el riesgo de incendios— aumentan la vulnerabilidad de los ecosistemas rurales.

Desde el sector forestal, algunas voces reclaman más incentivos para especies alternativas, planes de reforestación con frondosas autóctonas y una revisión seria del modelo productivo. Otras, en cambio, insisten en que el eucalipto es ya una “realidad económica” insoslayable que no puede revertirse solo con prohibiciones.

El dilema gallego: rentabilidad vs sostenibilidad

La situación del eucalipto en Galicia se resume en un cruce de caminos: por un lado, la lógica económica que empuja a los propietarios a plantar más y vender rápido; por otro, la necesidad de construir un modelo forestal sostenible, que no dependa de una sola especie y que refuerce el tejido económico del rural a largo plazo.

¿Puede la Xunta articular una estrategia que combine ambas vías? ¿O seguirá el monte gallego atrapado en un modelo que castiga al que diversifica y premia al que incumple?

Por ahora, la respuesta sigue en el aire… y en el viento que mueve las hojas del eucalipto.

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