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A menudo los veterinarios tenemos que entrar al patio donde están las vacas. A veces alguna se acerca e incordia, tú la alejas y al cabo de un rato vuelve a intentarlo… y tú vuelves a alejarla. Intenta montar también a otras vacas o a dejarse montar. Es posible que asome por la vulva una vela de limo transparente. Todos estos indicios nos hacen sospechar que esa vaca está en celo.
Las vacas son animales “poliéstricos continuos”, esto quiere decir que están en celo de forma regular durante todo el año (independiente de la estación). En el caso de esta especie se produce más o menos cada 21 días. Al final del celo ovula para ser fecundada y si todo va bien, en nueve meses traerá una cría. Otros animales como la yegua, la cabra o la oveja son “poliéstricas estacionales”, lo que quiere decir que no presentan celo durante el invierno (cuando la luz se ve muy reducida).
Hoy continuamos viendo los síntomas que por sí solos nos permiten diagnosticar una enfermedad, que llamamos síntomas“patognomónicos”. Aquí va un ejemplo que tiene dos interpretaciones: una patológica (enfermedad) y otra fisiológica (no enferma o normal).
¿Podéis apreciar las diferencias entre la foto de la imagen izquierda, en la que a cada lado del nacimiento de la cola hay una hendidura, hendiduras que no existen en la imagen de la derecha?
Empezaremos por la interpretación fisiológica o normal de este síntoma: nos anuncia que el momento del parto está próximo. Las hormonas producidas por el feto dan una señal que estimula en la madre una sobreproducción de estrógenos. Estos ablandan los ligamentos que unen los huesos que forman la cadera y el sacro. Entonces la cabeza del feto empujada por las contracciones de la madre dilata el espacio entre los huesos y aumenta la amplitud del llamado “canal del parto”. Esto facilita la salida del ternero y que la vaca pueda parir con facilidad.
La otra interpretación de este síntoma es el de “vaca cortada” (así es como se conoce en el léxico ganadero): indica una enfermedad y se dice que es patológica. El folículo ovárico (una ampolla en el ovario que contiene un líquido rico en estrógenos y un óvulo nadando en su interior) se rompe (ovulación) para entrar en las trompas. Este óvulo puede o no ser fecundado. Esto es lo que ocurriría de forma normal al final del celo.
¿Qué ocurre a veces? Pues que el folículo crece y crece de forma desmesurada y pasa de tener el tamaño de una aceituna (que sería el tamaño normal) al de una naranja grande. Así no hay ovulación y se produce lo que se conoce como quiste ovárico. El celo, que duraría un día en circunstancias normales, no cesa. Se producen estrógenos sin parar (que es la hormona que produce las manifestaciones del celo). Las vacas incrementan el apetito sexual y se dejan montar, montan ellas a otras vacas… e incluso a otros animales -o personas- sin control.
Los estrógenos también son las responsables de la relajación de los ligamentos, dando el aspecto que los ganaderos llaman de “vaca cortada”. El canto de una mano cabe entre estos dos huesos y da la impresión de que la grupa está cortada. Esta sospecha podemos verificarla con el hallazgo del quiste ovárico, bien por palpación rectal o en una pantalla con la ayuda de un ecógrafo.
Como es muy importante que las vacas sigan dando leche, hoy en día en las ganaderías de leche las vacas son chequeadas por lo menos una vez al mes. Se identifica entonces que vacas están preñadas. Al estar bajo este control es más raro ver “ninfomanías” (es como se llama esta enfermedad), pues se tratan antes.
En Galicia cuando las abuelas de la casa eran las encargadas de llevar y traer las vacas al pasto era una noticia típica en la prensa (y desgraciadamente ocurría casi todos los años) que una abuela despistada moría aplastada al intentar ser montada por una vaca.
Si estáis con vacas en un establo o en el pasto, no les deis nunca la espalda o podríais morir de amor, en serio.
¡Hasta la próxima!