- Outeiro de Rei y As Somozas reordenan su territorio para facilitar la actividad agraria y forestal, combatiendo décadas de minifundismo.
El campo gallego busca un nuevo equilibrio
La fragmentación de la tierra ha sido durante décadas uno de los grandes lastres del campo gallego. Fincas pequeñas, dispersas y de difícil acceso que dificultan la mecanización, encarecen los trabajos y desincentivan el relevo generacional. Pero algunos concellos están empezando a darle la vuelta a esta situación.
En Outeiro de Rei (Lugo), se está llevando a cabo un ambicioso proceso de concentración parcelaria que afectará a 2.451 hectáreas, beneficiando directamente a 833 propietarios. El objetivo es claro: reorganizar el territorio para crear fincas más grandes, accesibles y productivas, adaptadas a las necesidades de la agricultura y la silvicultura actuales.
Desde la Axencia Galega de Desenvolvemento Rural señalan que esta transformación permitirá una gestión más eficiente del suelo, al facilitar el uso de maquinaria moderna, mejorar los accesos y reducir los costes de producción. Todo ello en una comarca con gran tradición ganadera y forestal, donde cada metro cuadrado cuenta.
Las Somozas: saber qué suelo se pisa
Por su parte, el municipio coruñés de As Somozas trabaja en un paso previo pero fundamental: la elaboración de su catálogo parcial de suelos. Este documento técnico permite clasificar las tierras según su uso potencial —agrícola, ganadero, forestal o improductivo— y es clave para cualquier proyecto de ordenación territorial o concentración futura.
El proceso fue abordado recientemente en una reunión entre el alcalde de la localidad y representantes de la Axencia Galega de Desenvolvemento Rural. Allí se definieron los próximos pasos administrativos y se insistió en la necesidad de contar con información precisa para tomar decisiones con impacto a largo plazo.
Ordenar para producir mejor
Aunque herramientas como la concentración parcelaria o los catálogos de suelo existen desde hace tiempo, su implantación real en muchas zonas rurales ha sido desigual. Falta de medios, escasa información o desconfianza por parte de los propietarios han frenado procesos clave para la modernización del campo gallego.
Pero ejemplos como los de Outeiro de Rei y As Somozas demuestran que ordenar el territorio es mucho más que mover líneas en un plano. Es preparar el terreno —literal y metafóricamente— para que el trabajo agrario sea viable, rentable y atractivo para las nuevas generaciones.
Eso sí, para que estas iniciativas funcionen, no basta con la voluntad institucional. Se necesita implicación social, diálogo constante y una visión de futuro compartida. Porque el rural gallego, si se le da espacio para crecer, tiene mucho que ofrecer.