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lunes, abril 22, 2024

Ganadería tiene nombre de mujer

 

El poeta gallego Manuel María escribía en un poema-homenaje a las mujeres rurales y marineras gallegas que sus manos no tienen “soavidades de veludo: están encallecidas polo traballo, son duras como as pedras, só tenras pro garimo, con soavidades de mel pra perdoar e comprender, pra sementar tenrura e máis amor”.

Efectivamente, a diferencia de otros lugares del Estado Español, la mujer rural gallega ha desempeñado, historicamente, tareas similares a las de los hombres. Es importante matizar que esto no ha ocurrido de una manera bidireccional. Es decir, ellas han trabajado en el campo pero ellos no han desarrollado la pesada carga de los cuidados.

Vero Rodríguez de A Pastoriza, primera por la derecha, con dos colaboradores

Sobre este aspecto reflexiona la profesora del área de economía, sociología y política agraria de la USC, Mar Pérez Fra: “la mujer gallega en el campo ha tenido un importante papel productivo de una manera diferente a lo que ocurría en otras zonas del Estado”. Al hilo de esto añade que “la mujer desempeñaba trabajos productivos tanto para la alimentación propia del núcleo familiar como para la venta de excedentes. En otras zonas su papel está más circunscrito al interior del hogar”. Sin embargo afirma que “no había complementariedad de sexos”. “La visión del matriarcado gallego no es correcta”, sostiene la profesora, “porque las tomas de decisión y el rol social en la comunidad pertenecían al hombre”. La profesora ejemplifica esto en que una mujer que iba al monte a cavar o que araba tras los bueyes, que eran “trabajos duro” estaba “bien vista” socialmente pero a los hombres que participaban en los cuidados los llamaban “Xan de debaixo da cama”.

Pilar Castro en su quesería

La ganadera arzuana Pilar Castro iba para profesora. Sin embargo, por el camino, decidió dedicarse al campo. Tiene una explotación en ecológico que ha diversificado, con otros dos socios a una quesería que produce el queso ecológico “Verbas”. Recoge, en parte, la reflexión de Pérez Fra al afirmar que “las mujeres son las que se han hecho cargo totalmente de las ganaderías”. Castro afirma que “en las ganaderías hay muchos tractores pero pocos ganaderos”. “Cuando alguien quiere que su hijo se quede en la explotación venga a comprarle tractores de más caballaje pero eso no es el trabajo de la ganadería, ese lo hace la mujer”. Castro afirma que es difícil encontrar a un joven ordeñando y que el trabajo relacionado con el ordeño, la alimentación y el bienestar animal es cosa, más que nada, del género femenino. “Eso si, ellas son las que hacen la parte fea: los recados, las cosas engorrosas, el papeleo pero después si hay charlas, cursos o viajes para explicar cosas relacionadas con el bienestar de las vacas o la gestión de la granja, a eso va el hombre”.

Otra de las diferencias que esgrime Pérez Fra en el caso de la mujer rural gallega es el elemento diferenciador que existe entre la herencia y la dote. “En Galicia las mujeres heredaban, eran propietarias, en muchas zonas del Estado simplemente se casaban con una dote”. La profesora sostiene que eso, unido a la migración masculina produjo mayores tasas de legitimidad femenina en el campo gallego. “Pero no podemos desprender de aí una cuestión de igualdad”, concluye.

La Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (FADEMUR) viene señalando, desde hace tiempo, que urge un relevo generacional en el agro ya que, en unos diez años, se jubilarán los dueños de las explotaciones”.

Mar Pérez Fra, profesora de economía, sociología y política agraria de la USC

Aquí entran en juego las nuevas generaciones de ganaderas que han decidido quedarse con las explotaciones. La propia entidad de Naciones Unidas dice que invertir en las mujeres rurales es el mejor mecanismo para fortalecer las comunidades en las que viven porque son más propensas a generar círculos ecómicos.

Verónica Rodríguez tiene 35 años, es de A Pastoriza y trabaja, con dos socios, una pareja también muy joven. Regentan una granja de 300 cabezas entre vacas y becerras. Rodríguez afirma que el papel de las mujeres es “esencial”. “Mi día a día va desde el ordeño, a manejar las altas y las bajas de reses, cubrir el libro de tratamientos, desarrollar las tareas de limpieza…”. “Yo quise ser ganadera desde pequeña y ahora el trabajo es mucho menos forzado que antes, las tareas se llevan muy bien”. Afirma que “vivir en el campo te da una calidad de vida que no hay en las ciudades, tengo mi tiempo libre, no le doy explicaciones a nadie y gracias a eso y a mis socios he podido cuidar a mis padres”.

Sale, de nuevo, el tema de los cuidados. Cuando su padre enfermó, Rodríguez dispuso del servicio de Axuda no Fogar (SAF) pero “dos horas a la semana me solucionaban poco”. “Desde la Xunta esto era lo que tenían que solucionar. Muchas mujeres se quedarían en el campo si dispusiesen de los servicios necesarios para mejorar sus vidas”, explica.

Pérez Fra ahonda en esta cuestión con los datos de que el abandono del rural se produce en mayor proporción del lado femenino porque “no está dotado de servicios”. Sobre las mujeres jóvenes que se quedan con las explotaciones familiares la académica se muestra esperanzada porque son “las que van a romper el tabú, son los agentes más poderosos de cambio, son ejemplo”. “De estas nuevas generaciones si podemos decir que son mujeres empoderadas”, sostiene. De la misma manera que Rodríguez cree que, por desgracia, muchas se quedan por el camino ante la perspectiva de “años y años de cuidados y falta de servicios”.

Castro, por su parte, sostiene que hay que “incorporar” a las mujeres a la toma de decisión. Los números avalan su razonamiento ya que, aunque en Galicia hay un 30% de mujeres socias de cooperativas, solo un 8% está en cargos de dirección.

Sin duda, queda camino, pero las mujeres rurales gallegas siguen recorriéndolo sin descanso en una lucha por la igualdad y el reconocimiento de sus derechos.

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