- La carne vegetal que imita a la real despierta tanto fascinación como dudas: ¿innovación sostenible o una estrategia disfrazada de revolución?
La industria alimentaria se enfrenta a un fenómeno inédito: la carne que no es carne. Con productos que prometen “sangrar” y saber como la carne animal, compañías como Impossible Foods y Beyond Meat lideran una corriente que aspira a redefinir el mercado global de proteínas. Su discurso se centra en la sostenibilidad ambiental y la ética, pero las críticas no tardan en señalar lo que algunos consideran un engaño disfrazado de innovación.
Detrás del “sangrado”
Impossible Foods ha desarrollado un producto que se asemeja inquietantemente a la carne real, gracias a la leghemoglobina de soja. Este compuesto, obtenido mediante levadura genéticamente modificada, no solo imita el color y la jugosidad de la carne, sino también su característico sabor a hierro. Beyond Meat, aunque emplea una formulación distinta basada en proteína de guisante, coco y remolacha, comparte el mismo objetivo: conquistar al consumidor que quiere abandonar la carne sin renunciar a su experiencia culinaria .
Sin embargo, este “milagro tecnológico” despierta preguntas. Aunque estas empresas prometen reducir el impacto ambiental —utilizando hasta un 87% menos de agua y generando un 89% menos de emisiones que la carne bovina—, la dependencia de monocultivos como la soja y su producción intensiva generan preocupación. ¿Estamos cambiando un problema ambiental por otro?
Un marketing disruptivo, pero cuestionado
El éxito de estos productos no solo radica en su fórmula, sino en la narrativa que han construido: “salva al planeta mientras comes carne”. Esta promesa, respaldada por inversores como Bill Gates y grandes cadenas como Burger King, refuerza una imagen positiva que a menudo eclipsa las complejidades de su impacto real .
Por ejemplo, aunque las hamburguesas de Impossible Foods están aprobadas por la FDA y en camino de recibir el visto bueno de la Unión Europea, el uso de organismos genéticamente modificados aún genera escepticismo en mercados más tradicionales. A esto se suma el debate ético sobre si estas alternativas realmente benefician al medioambiente o si simplemente trasladan el control de la producción alimentaria a grandes corporaciones tecnológicas .
Un debate necesario
Para los defensores, la carne vegetal representa una solución viable frente a la crisis climática y el sufrimiento animal. Según la FAO, la ganadería es responsable de más del 14% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, y alternativas como estas podrían ser una herramienta clave para reducir esa huella .
Sin embargo, los críticos argumentan que estas “soluciones” son, en última instancia, un producto más del capitalismo verde: una estrategia de mercado que apela a las preocupaciones ambientales de los consumidores, pero que no desafía la estructura fundamental de sobreconsumo que alimenta la crisis.
¿Revolución, transición o distracción?
Mientras la carne que no es carne se abre paso en supermercados y restaurantes, el debate apenas comienza. Quizás no sea una revolución, sino una transición hacia modelos más éticos y sostenibles. O, como sugieren algunos, podría ser una distracción que nos aleja de reflexionar sobre un cambio alimentario más profundo, centrado en alimentos naturales y sistemas locales.
Lo que es seguro es que esta nueva industria ha puesto a la carne —y a su sustituta— en el centro de la conversación sobre el futuro de la alimentación y del planeta.