Algunos estudios recientes han cuestionado la validez económica de la relación entre las ganancias obtenidas y la cantidad de trabajo empleado en las explotaciones de mediana o gran dimensión —O pequeno é grande. A agricultura familiar como alternativa, X. C. Carreira e Emilio Carral, Através editora—. En ellos la horticultura, especialmente la de pequeña dimensión, se sitúa como más eficiente tanto en el empleo de la tierra como en el rendimiento obtenido por unidad de superficie. Ahora bien, un sector agrario consolidado no debe conformarse con sostener actividades hortícolas gestionadas de forma no profesional, o al menos no solo con estas. Considerando las bondades bioclimáticas y las capacidades productivas de los suelos en muchas partes de Galicia, la horticultura conseguirá mayores rendimientos de cultivo si la gestión se aborda de forma adecuada.
Oscar Antón Pérez García
Ingeniero Técnico Agrícola
La horticultura representa, según datos del Ministerio de Agricultura, aproximadamente el 13% de la producción agraria gallega —ver gráfico más abajo—. Sin embargo, esta cifra debe ser matizada. Una buena parte del consumo de hortalizas frescas, registrado tanto en zonas periurbanas como rurales, parte de una horticultura de carácter familiar y pequeña dimensión. Y esta práctica, aunque complementa de manera importante la economía de las personas, a menudo no se ve reflejada en las estadísticas oficiales.
Se trata de una horticultura que, sin llegar a calmar situaciones económicas desfavorables, permite un ahorro considerable, al constituir una fuente de alimentos fáciles de obtener y con gasto reducido. Además de servir como complemento en las economías puramente agrarias, registra también impacto en las zonas urbanas: incluso en la actualidad, muchas personas consumen patatas, huevos, frutas y hortalizas de temporada que, recogidas el fin de semana, sostienen la dieta de hogares puramente urbanos.
La horticultura de carácter familiar y pequeña dimensión a menudo no se ve reflejada en las estadísticas oficiales.
La existencia de la horticultura en general, y la de carácter familiar y de pequeña dimensión en particular, ofrece además otro beneficio evidente: el vinculado al territorio. Una agricultura que aprovecha mejor cada trozo de tierra, que optimiza cada metro cuadrado, y que se puede desarrollar como actividad en superficies mucho menores que las de una explotación ganadera típica. Una agricultura que permite una cobertura territorial más amplia y precisa, pero también un mayor porcentaje de población ocupada.
Estos factores, combinados con una mayor profesionalización y una adecuada ordenación territorial, podrían contribuir a una fijación de población y a la vertebración social del medio rural. Con ello se evitaría uno de los grandes problemas que, en los últimos años, se ha constatado en Galicia: la despoblación y el abandono.
Comparativa de rendimientos
En una explotación profesional media gallega, un metro cuadrado de tomate puede rondar los diez kilogramos de producto por campaña —mayo-octubre—, obtenidos con una gestión de media intensidad. Si se aplicase un mayor control a parámetros como la elección de variedades o el abonado, esta cantidad podría incrementarse en un 60%. Con una producción así, el rendimiento económico obtenido por metro cuadrado ronda los 1,4 euros, que representarían un beneficio neto anual aproximado de 14.000 euros por hectárea.
Tomemos ahora una explotación lechera típica, gestionada de modo profesional. De acuerdo con los parámetros medios, podría estimarse una producción anual de 10.000 litros de leche/UGM y una carga ganadera de 2 UGM/ha, por lo que la cantidad de leche obtenida rondaría los 20.000 litros/ha/año. Con los actuales márgenes de rentabilidad de las explotaciones, y partiendo de un beneficio neto de 5 cts/litro de leche, el rendimiento obtenido por hectárea y año se situaría alrededor de los 1.000 euros.
—ARTÍCULO COMPLETO DISPONIBLE EN AFRIGA #134—
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