- Alvaro Filgueira Gonzalez: Director
Las recientes suspensiones de parques eólicos en Galicia son una muestra de que, en el fondo, el modelo de desarrollo eólico en la región está diseñado más para llenar los bolsillos de unos pocos que para beneficiar al territorio. La última decisión del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia (TSXG) de paralizar siete nuevos parques se suma a más de 130 resoluciones emitidas en los últimos años, muchas de ellas por incumplimientos ambientales graves .
La Xunta de Galicia, responsable de aprobar estos proyectos, sigue promoviendo un crecimiento desenfrenado de la energía eólica, justificándolo bajo el paraguas de la “transición energética”. Pero cuando rascamos la superficie, vemos que el interés ambiental queda relegado a un segundo plano, mientras que el beneficio inmediato se dirige a los grandes operadores energéticos y sus inversores, que exportan la electricidad producida en Galicia a otros mercados. Los beneficios fiscales y sociales directos para la región son mínimos, y los efectos colaterales—como el impacto en el paisaje, la fauna y las comunidades rurales—quedan para los gallegos, sin compensación significativa.
El TSXG ha apuntado en sus resoluciones a múltiples problemas ambientales en estos proyectos, desde la afectación a especies protegidas como el oso pardo y el lobo, hasta la invasión de espacios de la Red Natura. Sin embargo, la Xunta sigue ignorando estas alertas, permitiendo proyectos que violan los estándares ambientales básicos. En este contexto, no parece ser coincidencia que los proyectos se aprueben a toda velocidad y sin la debida planificación estratégica. Este crecimiento, aparentemente desmedido, responde a una motivación económica evidente: el interés del gobierno gallego en atraer a grandes operadores privados que traen inversión rápida, aunque el impacto ambiental y social a largo plazo sea negativo.
El título, “lo que el viento produce en Galicia, otros se lo llevan calentito para fuera,” refleja una paradoja triste pero innegable. Galicia cuenta con recursos naturales únicos, capaces de abastecer a su población y generar beneficios duraderos si se administran de forma justa. Sin embargo, el enfoque actual convierte a la región en una simple batería para otros, sacrificando su patrimonio natural y el bienestar de sus comunidades. Mientras los beneficios reales de la energía eólica se disfrutan en oficinas lejanas, los gallegos se quedan con paisajes irreversiblemente modificados, el desplazamiento de la fauna local, y escasas mejoras económicas en sus municipios.
Este modelo de “crecimiento” energético exige una reflexión profunda y un cambio de dirección. No se puede seguir adelante sin un compromiso real hacia la sostenibilidad y el bienestar de la ciudadanía. Si la Xunta quiere ser realmente un defensor de la energía verde, debe reformular su política eólica con criterios que prioricen la protección del entorno y un reparto de beneficios justo para Galicia, en vez de ceder los frutos de sus vientos a los intereses de unos pocos.